miércoles, 16 de diciembre de 2009

EN ROQUE BERMEJO


El mar lucía su esplendor
en la mañana gris de la playa,
suavemente oscurecida
por las nubes.
Las gaviotas graznaban
sílabas de vuelo
que no logramos descifrar,
mientras se elevaban
cargando en sus alas
los ecos rutilantes de las olas
y volaban sobre el horizonte,
guardando el secreto
del sugestivo cortejo establecido
entre la espuma y la arena.
Las caricias de la sal
nos hicieron libres
para renacer de nuevo,
limpios, casi puros,
durante un soplo de aire
cargado de lluvia.
Aquél rato en Roque Bermejo
pasó a formar parte
de los recuerdos imborrables,
se cimentó una amistad
y fuimos vacunados
contra los días oscuros
que atenazan el corazón.
Fue la tenaz acción
de la magia del entorno
la que nos hizo sentir
unas incontenibles
ganas de vivir,
y hacer realidad tangible
todos los paraísos,
todas las posibilidades
y todas las bellezas.

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