jueves, 24 de diciembre de 2009

COURBET: EL ORÍGEN DEL MUNDO


En 1866, Gustave Courbet terminó la obra que mayor escándalo produciría en la historia del arte y que supuso una declaración de principios. En el cuadro, se nos presenta el torso desnudo de una mujer recostada en un lecho. Con las piernas abiertas, se observa el monte de Venus y la vulva... Se convirtió en maldita y sufrió el escarnio y el ocultamiento durante más de un siglo, pasando en secreto de mano en mano para ser admirada solamente por coleccionistas.

Finalmente fue adquirida por el estado francés, y puede admirarse en el museo de Orsay. La historia de esta tela viene a ser una metáfora de lo que han significado las mujeres a lo largo de la historia. Lo que ha molestado del cuadro es el punto de vista que Courbet elige y la absoluta libertad con que lo representa, al romper con la tradición pictórica. Al fin y al cabo, la historia del arte está llena de desnudos femeninos, desde las Venus prehistóricas hasta las pinturas mitológicas del Renacimiento: Pero aquí el pintor opta por darle protagonismo a zona genital femenina, pues nos la encontramos en primer plano, las piernas de la mujer están cortadas y no se le ve el rostro.

Se nos presenta, en suma, el sexo descarnado, sin aderezos, para algunos incluso hoy en día, rozando lo pornográfico. Eso mismo lo convierte en un símbolo, porque precisamente a la mujer jamás se le ha permitido tener el control de su propio cuerpo y lo que puede este representar. La anatomía femenina ha sido manipulada por los hombres, las tradiciones y la religión, instaurando modelos, tabúes y prohibiciones al antojo de todos menos de las propias mujeres.

Por ello, cada vez que contemplo el cuadro, me golpea una poderosa sensación de libertad: Por lo explícito, la falta de sugerencia, la maravillosa realidad de que estoy ante una mujer. Sospecho que es eso precisamente lo que molesta a otros... Es un símbolo, sí. Símbolo de las atrocidades que padecen millones de mujeres en una larga lista de países donde se continúa con la macabra e irracional práctica de la ablación, de las mujeres que sufren el fascismo brutal del maltrato (o lo que es lo mismo, el miedo a la discrepancia entre iguales)... Símbolo de tantos rostros de mujeres quemadas vivas, de las que nacieron y murieron sin voz y que ninguna confesión religiosa convertirá en vírgenes o mártires... Símbolo también de la mujer como instrumento publicitario al servicio de la sociedad del consumo.

Aún ahora asombra la valentía de la apuesta de Courbet, la magnitud de su atrevimiento. Y qué hermoso título: ‘El Origen del Mundo’. Observar el cuadro es entender el anhelo de millones de mujeres que aspiran a recuperar su cuerpo, que les ha sido arrebatado por dictaduras políticas, religiosas, estéticas y sexuales. Por eso en la obra no aparece ningún rostro: Es la imagen de una lucha que aún tiene un largo camino por delante hasta conseguir sus objetivos de libertad.

2 comentarios:

eMi dijo...

En sí misma (sin el añadido de tu homenaje a la mujer) es una obra de mucho mérito en una época en que el realismo era, sobre todo pintoresco. Cuadros provocadores ha habido muchos, realistas también, pero lo más rompedor de esta cuasi fotografía es su encuadre. Sin embargo, casi segura estoy de que Courbert, cuando lo pintó, no tenía intención de representar todo lo que tú ves en él. Por ello se agradece mucho más el homenaje que nos haces al hacer esa lectura.

Pacogor dijo...

Evidentemente no podemos saber cual fue la intención de Courbet cuando decidió sacar adelante esta obra, pero esa es precisamente una de las grandezas de arte, en cualquiera de sus manifestaciones: La interpretación posterior de cada uno, que la reinventa a la luz de sus propias experiencias y su forma de pensar.
¿Y sabes? Me quedan en el corazón muy pocos símbolos que realmente valgan la pena, así que por el momento sigo con este...