martes, 17 de noviembre de 2009

AMINATU HAIDAR Y 33 AÑOS DE VERGÜENZA


Una pregunta: ¿Estamos condenados a sufrir eternamente la vergüenza de soportar la actitud oficial de España ante el conflicto del Sáhara? Parece que lamentablemente, la respuesta es un sí. Lo estamos comprobando de nuevo con lo sucedido con la activista saharaui de derechos humanos Aminatu Haidar, a la que Marruecos le ha retirado el pasaporte y no permite la entrada en su país por considerarla una traidora, y nuestro gobierno obliga a permanecer en territorio español en contra de su voluntad, en aras de un supuesto derecho de asilo que ella no ha solicitado. Es lo nunca visto: el aeropuerto de Lanzarote convertido en una cárcel para esta mujer con la excusa de que ha entrado en España sin pasaporte, y a la vez se le impide abandonar el país al carecer de ese documento. Las vergonzosas declaraciones del Ministro Moratinos, intentando ser el bueno de la película con el argumento del asilo político se caen por su propio peso, ya que Aminatu lo que quiere es estar en su casa del Aaiún. En Román Paladino: El gobierno de Zapatero incumple su propia Ley de Extranjería y se convierte en cómplice del maltrato a una persona en precario estado de salud a causa de las torturas recibidas en Marruecos. A ver qué actitud se toma, ahora que inicia una huelga de hambre.

Echemos la vista atrás en un resumen apresurado para tratar de analizar lo injustificable. Esta historia es un capítulo más de la que comenzó 33 años atrás, cuando las incertidumbres sobre nuestro futuro en los momentos posteriores a la muerte del dictador, fue el pretexto para abandonar a su suerte a miles de saharauis indefensos (hasta esos momentos considerados oficialmente como españoles), a las tropelías de Marruecos, que tomó el Sáhara Occidental por la fuerza incorporándolo a su territorio y ocasionando el éxodo de todo un pueblo hacia el interior del desierto.

Quizás podamos encontrar argumentos para entender la actitud del gobierno de aquella época en los delicados momentos que atravesaba al país en pleno tránsito a la democracia, pero superada la etapa de transición nos quedamos sin ninguno para avalar la desidia en que los sucesivos gobiernos de uno y otro signo se han instalado a lo largo de 33 años, afectados de una enfermedad que les significa pérdida de memoria histórica y les lleva a mirar hacia otro lado, desentendiéndose de uno de los más desastrosos procesos de descolonización llevado a cabo por un país europeo.

El fenómeno se ha repetido una y otra vez, independientemente del color político del gobierno de turno y sus compromisos de palabra con los derechos humanos: Ocurrió con Suarez, Calvo Sotelo, Felipe González y Aznar. Y vuelve a pasarle a Zapatero, al que dan ganas de escupirle en la cara lo ocurrido con Aminatu Haidar y la promesa realizada en su momento de apoyo al Plan de la ONU para que los saharauis puedan decidir su futuro.

Está claro que el Gobierno español está obligado a estrechar los lazos con Marruecos por muy diversos motivos: El de ser un país vecino que necesita modernizarse económica y políticamente, el peligro latente que significa el integrismo islámico, la inmigración ilegal en pateras hacia el territorio español... Pero España ha de asumir también sus responsabilidades con el pueblo que un día dejó cobardemente a merced del invasor y actuar en consecuencia. Hacer lo que están haciendo, simplemente no tiene nombre.

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