sábado, 17 de octubre de 2009

SOBRE EL ALMA


Hoy he salido a trabajar muy temprano. A las cinco de la mañana el calor ya apretaba, en este largo estío que se resiste a tirar la toalla. Si esto sigue así, de las estaciones sólo nos quedará un verano de 365 días para celebrar todo el año eso que llaman el Cambio Climático. Como en cada amanecer, al pasar bajo el balcón me he parado un instante para recoger al vuelo mí alma, que no sé muy bien por qué, cuando no hay demasiada gente a la vista coge carrerilla por el pasillo del piso y con la excusa de aprender a volar se me lanza al vacío. La mayoría de veces no acierto (la verdad es que nunca se me ha dado bien esa cuestión de salvar almas, yo diría que es todo lo contrario) y he de conformarme con recoger los trozos que quedan esparcidos por la acera.
Pero llevo prisa, salgo siempre con el tiempo justo, así que la meto rápido en el coche y acelero dejando pedacitos de mí mismo espachurrados en la calle. No importa. Tarde o temprano siempre vuelvo a recogerlos y los recompongo encajándolos unos con otros con la impaciencia del que no soporta los puzles. La mayoría de las veces se ajustan de una manera natural, como si las piezas se reconocieran entre sí. En otras hay que hacer un ímprobo esfuerzo, tanto que alguna vez he tenido que desechar algún pedazo, sin saber si podría ser fundamental en el resultado final.
¿Te has parado a pensar que en cuestión de almas todos somos un poco como el desdichado Monstruo de Frankestein? Lo sé porque en la mía llevo pedazos de otras que no son la mía, y es que la calle está repleta de trocitos de almas que se les resbalan a sus dueños sin ellos darse cuenta... Puede que por eso haya personas que influyen en los demás: Porque tienen un alma tan grande que les sobra por todos lados, y dejan esparcidos fragmentos por dónde quiera que pasan. Y puede que por esa razón la gente cambia, cuando se ven obligados a recomponer su alma con trozos ajenos para no quedarse sin ella antes de tiempo.
El caso es que tengo un alma hecha a porciones, a retales, a trozos de años y madrugadas, de sueños desgastados por las suelas y lanzados al abismo, un alma remendada con huellas de gente que ya no está, cubierta de vestigios que deambulan dispersos por mis sentimientos y llevándose a veces por delante el equilibrio interior.
Lo cierto es que me pregunto si aún me quedan muchas incógnitas por resolver sobre mí mismo. La verdad es que tengo la impresión de que han sido demasiadas a lo largo de mi vida, como si hubiera nacido con un enorme saco repleto de ellas. No sé si ha sido el inconformismo, esta necesidad de encontrar matices y desechar las verdades absolutas como la peor de las mentiras que existen en el mundo...
¿Soy raro por ser de esta manera? ¿Acaso lo raro es lo que no comulga ni conjuga con la normalidad nivelada a ras de suelo?
Pues sí eso es ser normal, mantengo con orgullo que estoy en la otra cara de la moneda. Porque no me atraen las cosas comunes, porque me gusta tener mi parcela de soledad circular. Soy raro porque hay días que sin motivo ni porqués, siento el peso de un vacío infinito acechándome en el pecho....el pinzar de una ausencia sin origen, sin nombre, sin lógica, que me condena a la honda tristeza de la sinrazón. Pero también es cierto que me sucede cada vez menos, porque al fin parece que empiezo a conocerme y voy tirando suavemente de la hebra que desenreda mi propia madeja, esa que me conecta al mosaico del alma que se ha ido modelando con el paso de los años...
Hubo un tiempo en que deseé ser roca para resistir... Pero después de tanto ir a contracorriente, he aprendido a convertir mis manos en espigas, y acariciar con ellas la brisa, mientras fluctúo a su merced y dejo que me despeine el corazón. Al fin y al cabo, si las almas están sujetas a una cierta flexibilidad circunstancial, todo lo demás también puede estarlo.

1 comentario:

Rita dijo...

Lo malo es cuando esos trozos de alma no encajan ya, lo malo también es hacerse cargo de esos trozos de otras almas que sus dueños no quieren. Los descubrimientos sobre uno mismo siguen ocurriendo siempre, simpre, por viejos que seamos. Yo también pienso que ser roca no es posible siempre, es cansado y agotador, ahora, al peinar canas hay que dejarse llevar donde la brisa te lleve. Me ha gustado, un besote