lunes, 12 de octubre de 2009

ANÓNIMO

Llevas tumbada largo tiempo
en la arena que te acaricia.
Tus pechos son colinas
cubiertas de esplendor,
que se encaraman
hacia un aire encendido.
Eres como el centro
de un mundo transparente,
imposible para mis manos.
Te incorporas sin prisas
y contemplo en tu vientre
la piel a punto de ser agua,
que extiende un sueño
más abierto que la playa,
más desnudo y más amante,
prohibido como el fruto
del Edén más deseado.
El mar se despierta
y permanece atento,
esperando que te entregues
a su abrazo de ola.
Te acercas a la orilla,
moviendo indolente
tu imperfecta exquisitez,
retando al mismo sol
y dejando un rastro
de desazón en mi memoria.
Un leve estremecimiento
te sacude cuando el pié
se te humedece
y deja un sabor de sal
casi tangible en mi boca.
Durante un instante eterno
te vuelves sirena
y enmudecen las gaviotas...
El aire pesa y se me enredan
las palabras sedientas
cuando regresas del baño
y mi aliento te resbala
gota a gota por el cuerpo:
Supongo que es ahí
donde los dioses
estarían encantados
de que levantase un altar
para adorar al amor.
El caso es que nada ocurre,
permanezco inerme
en este rincón inadvertido
por tus ojos de fuego
y la frustración comienza
a cosechar los despojos
de esta anónima pasión
que tú ignoras y yo reprimo.

2 comentarios:

Itzel Díaz dijo...

wow! me encantó, me llegó...

Pacogor dijo...

Gracias, Paula. El poema me rondaba por la cabeza desde aquél día en que...
Un momento, un momento:
Permíteme la licencia de mantener la incógnita sobre esta historia. ¿Ocurrió en realidad, o es sólo producto de la imaginación del autor?
Quién sabe...
y ya que estamos, si de verdad te ha llegado hondo, te la dedico.Seguro que perfectamente podrías ser la protagonista.
Gracias de nuevo.