domingo, 6 de septiembre de 2009

MUJERES Y CULTURA


No estoy yo tan seguro de ese adagio que viene a decir que ser culto te hace más libre, pero lo que sí resulta indiscutible es que proporciona más instrumentos para luchar por la libertad y los derechos como persona. Hasta tal punto es así, que uno de los fundamentos del machismo tiene que ver con el hecho cultural: Las mujeres históricamente han tenido muchas menos posibilidades de acceder al universo de la cultura que el hombre: La sumisión es más fácil de conseguir si la parte dominada se siente sicológicamente inferior a la dominante, y lo simplifica el hecho de que se le impida acceder individualmente al mundo de las ideas, o que no se sienta con la capacidad intelectual suficiente como para expresarlas en público.
En el mundo islamista, la incultura femenina es otro burka menos evidente, mucho más sutil, pero no por ello menos efectivo para esa interpretación interesada del Corán que significa el integrismo. Dos casos de rabiosa actualidad que afectan a sendas mujeres, y a los que no se le ha dado demasiada importancia en occidente, están contribuyendo a resquebrajar los cimientos sociopolíticos de esa religión.
El primero lleva el nombre de Lubna Ahmed al-Hussein, periodista de Sudán. Su pecado: llevar pantalones en un restaurante de Jartum. Detenida por la policía, tenía que haber comparecido el 29 de julio pasado ante un tribunal para recibir cuarenta latigazos. El juez se resiste a aplicar el castigo porque esta mujer está acreditada ante la ONU, y el magistrado considera que esa condición le otorga inmunidad. En lugar de aprovecharse de tal privilegio, Lubna exige un castigo aún más grave, pero con la condición de que se lleve a cabo en un estadio repleto de espectadores y se convoque a tal fin a la prensa internacional. Con su valentía está poniendo en entredicho los estamentos del estado islamista.
La segunda mujer es Kartika Sari Dewi Sukarno, una modelo de Malasia que ha sido condenada al pago de una multa y a seis latigazos por beber una cerveza en un bar. Kartika también exige que el castigo sea público, un problema puesto que la ley estipula que la pena ha de ser ejecutada dentro de los muros de una prisión, y ella no ha sido condenada a la cárcel.
Las dos mujeres han adoptado una estrategia inteligente: Saben que cuanta más publicidad se le dé a su caso, en mayores dificultades pondrán a las autoridades jurídicas y políticas de sus respectivos países. Ser personas cultas les puede salvar de la ignominia a que han sido condenadas y les está sirviendo de escudo, entre otras arbitrariedades, contra la irracionalidad religiosa.

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