martes, 4 de agosto de 2009

VICTORIA


Ven, matémonos,
acordemos que sea esta
la hora de los adoradores de la muerte.
Negociemos
que somos enemigos
y que estás de más en mi mundo,
así como que yo sobro
en tu manera de entender
las diferencias.
Pactemos que no justificamos
nuestra existencia
y que todo contribuye
a que sean las armas las que hablen.
Renunciemos a la paz,
es mejor aniquilarte
hasta acabar con tu recuerdo,
o en su defecto, destruirme
hasta dejar de ser
una suma de recelos.
Cualquier método es bueno
para arrojarnos vientos de odio:
Podríamos usar como pretexto
nuestros respectivos dioses,
un sinfín de mentiras,
un montón de manipulaciones,
un cúmulo de pretextos
compilados a lo largo de la historia.
Da igual mientras tengamos
jóvenes corderos
dispuestos para el sacrificio,
en un círculo sin fin y sin esperanzas.
Hagamos de la tierra
un único e inagotable cementerio:
Esa será nuestra victoria.

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