miércoles, 5 de agosto de 2009

FURTIVA


Se secó las lágrimas con un pañuelo, reprimiendo una nueva arcada. Se miró al espejo que, inmisericorde, le devolvió una imagen macilenta y demacrada. No pudo soportar aquella mirada y sin dejar de temblar observó una vez más el inodoro, donde los restos del vómito despedían un olor nauseabundo. Era una escena repetida en innumerables ocasiones en los últimos meses, siempre a escondidas, siempre soportando la vergüenza de no poder evitar la recaída, llorando en secreto, sintiéndose como el ser más despreciable del planeta. Abrió el grifo y bebió con ansia. Se enjuagó la boca y escupió el mal sabor que la acosaba. Finalmente tiró de la cadena, respiró profundamente, intentó arreglar el estropicio de su cara, y salió del cuarto de baño como si nada hubiera pasado.

1 comentario:

Tallerista-Ilustradora dijo...

un poema bastante adolorido pero con mucha pasion y sentido.