sábado, 18 de julio de 2009

RITOS SANGRIENTOS


Afortunadamente, en Canarias existe una Ley de Protección de los Derechos de los Animales que prohíbe las corridas de toros. También en Cataluña hay un fuerte movimiento en la misma línea. Pero este es un país al que le ha costado mucho salir de la barbarie. De hecho, la existencia de la mal llamada ‘fiesta nacional’ es una prueba de que aún quedan retazos de ello: Un espectáculo montado sobre el sufrimiento y la muerte gratuita de un animal no tiene ningún sentido, se mire por donde se mire: Los argumentos a favor, que giran en torno a la tradición y la cultura no se sostienen. Quienes defienden las corridas y los encierros argumentan que esta celebración tiene mucho de ritual antiguo, de invocación al paganismo mediterráneo, de pervivencia de viejos mitos que arrancan del mundo helénico, de Creta. Como en tantas otras ocasiones se falsea la historia, puesto que aquellos espectáculos de la antigüedad clásica estaban montados para significar la lucha en igualdad de condiciones entre hombre y animal, y estos últimos ni sufrían heridas ni se les mataba. Además las tradiciones que nos retrotraen a épocas donde la crueldad y la brutalidad eran costumbres comúnmente aceptadas han ido desapareciendo a medida que los hombres avanzaban en la toma de conciencia de su condición humana. Y esta evolución no acabará hasta que se generalice entre nuestra especie el respeto por los derechos del resto de seres vivos. Y en cuanto al argumento de la cultura... Quizás haya tenido mucho que ver con ello la mítica surgida en torno al mundo taurino, algo en lo que el nobel norteamericano Ernest Hemingway ha ocupado un lugar destacado. El escritor, uno de los prosistas fundamentales del siglo XX, se comportó en su encuentro con las Fiestas de San Fermín pamplonicas y con las corridas de toros en general como un auténtico mentecato. Venía el hombre de poner en práctica descomunales desafíos vitales, imbuido del instinto salvaje de los colonizadores del Far West: Cazador, aventurero, corresponsal de guerra... Toda esa violencia vital encajó como un guante con el cruento ritual de los toros, la vida y la muerte en la arena del coso y en las estrechas y peligrosas calles de Pamplona. Así que su pluma inmortalizó las impresiones que le produjo tal cúmulo de ritos sangrientos, logrando que quedaran impresos para siempre en la Historia de la Literatura. Pero en este caso el genio literario estaba reñido con un sentimiento tan básico como la sensibilidad: Y Hemingway se convirtió también en uno de los responsables morales de que decenas de jóvenes de numerosas nacionalidades hayan encontrado una muerte absurda cada mes de julio en los sanfermines.
En realidad, las corridas de toros son solamente la expresión reglada de los rituales relacionados con los animales en las fiestas populares que expresan la crueldad con los seres vivos tan arraigada en el pueblo español: Fiestas en las que a los animales se les machaca, se les lancea, se les somete a una bárbara tortura y se acaba con sus vidas de la manera más vergonzante. Hablamos del país donde se abandonan a miles de mascotas en los meses de verano, y donde hasta hace poco se tiraba a cabras desde las torres de los campanarios sin que nadie protestase.
Resulta curioso que haya gentes que se escandalicen por estas atrocidades, que les parezca una salvajada que alguien le suelte una patada gratuita a un perro vagabundo por diversión, y luego se les vea en las gradas de una plaza de toros sin problema de conciencia alguno con participar en esta liturgia tribal propia de otros tiempos. Nunca he podido entenderlo.

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