miércoles, 13 de mayo de 2009

STALIN Y EL ARCHIPIÉLAGO GULAG


La capacidad de algunos descerebrados para sacar negocio de lo que sea no deja de asombrarme. Leo que en Rusia se han adaptado antiguos penales de la época del estalinismo para hacer turismo. Por lo visto se organizan viajes para visitarlos por la módica cantidad de 100 euros: Los turistas son disfrazados de presidiarios y se les proporciona la emoción de pasar un día en las celdas y entretenerse en las zonas donde se realizaban los trabajos forzados. Incluso se tiene el detalle de servir una comida similar a la de los antiguos reos.
Cuentan que la iniciativa está teniendo un enorme éxito, y las agencias de viajes están desbordadas por las peticiones. Remueve las conciencias pensar la puerta que puede abrirse para ganar dinero a costa de la cantidad de sufrimiento que ha causado la intransigencia de la humanidad a lo largo de la historia... De todas formas, no puede desligarse este caso en concreto del paulatino descenso de Rusia hacia un nuevo poso de tiranía, de las manos de Vladimir Putin y sus acólitos. En este sentido, comienza a rebrotar un movimiento de rehabilitación de la figura de Stalin harto sospechoso. Alguna encuesta ha llegado a indicar que el 50% de los rusos actuales respetan su legado, pues la población joven ni siquiera tiene mucha idea de lo que ocurrió en aquellos siniestros tiempos. De tal manera es así que en una votación televisiva para encontrar al ruso más importante de la historia, similar a la realizada hace algún tiempo en España donde se eligió al rey Juan Carlos, Stalin obtuvo el tercer puesto, por detrás de Alexander Nevski y un ministro del zar Nicolás II.
No estaría de más dado este clima resucitar la obra de Alexander Soljenitsin, en particular la increíble historia del Archipiélago Gulag. Cuando apareció el libro en 1973, gran parte de la izquierda europea aún idealizaba al dictador soviético. Recuerdo perfectamente cómo un duro comentario sobre el tirano me valió el ostracismo y la posterior expulsión de un pequeño partido marxista-leninista al que pertenecía en aquella década. Algunos a los que consideraba amigos hasta me retiraron la palabra, supongo que para no verse contaminados: El término revisionista pendía siempre como una amenaza sobre nuestras cabezas. Mi particular aventura es una mera anécdota comparada con la campaña desatada contra Soljenitsin, siguiendo las directrices de Moscú. Fue absolutamente demoledora, acusándole sucesivamente de estar pagado por la CIA, de padecer problemas mentales, ser un simple mentiroso, o directamente un paranoico.
Aún después de recibir el Premio Nobel, se le definía como un místico extremista, que albergaba ideas extrañas sobre la vida y la muerte. Archipiélago Gulag es una de las cumbres literarias del siglo XX, eso ya nadie con dos dedos de frente lo pone en duda. Pero es mucho más que eso. Su verdadero valor está en haberse convertido en testimonio de una época en que determinados regímenes políticos que se suponían antagónicos, llevaron a millones de seres humanos a sufrimientos mucho más allá de lo concebible. Cualquier siniestra posibilidad de reivindicar la memoria de Stalin chocará siempre con el mensaje de este libro y el coraje y la tenacidad de su autor para soportar las campañas en su contra. Gracias a su amor por la libertad y la dignidad con que supo llevarlo a la práctica, Stalin y el estalinismo estarán condenados para siempre.

4 comentarios:

Jony dijo...

Lo de los turistas, yo creo que es más penoso pagar 100 euros por pasar de preso que el gobierno por acondicionarlo como atraccion turistica.

Lo de Stalin es chocante, es dificil descubrir la verdadera realidad de alguien que tienes en un pedestal.
Por eso me imagino que hay algunos que prefieren quedarse ciegos y sordos.

Anónimo dijo...

Estoy leyendolo ahora. Tengo 30 años, pero mi padre me ha contado lo mismo que dices tú. Que la gente acusaba a Alexander de estar a sueldo de la CIA. Que no se querían creer lo de Stalin. Lo más grave es que hoy, 30 años más tarde, muchos siguen sin quererselo creer.

Pacogor dijo...

La verdad es que no resulta tan raro... La estupidez humana a veces no tiene límite. Además no está reñida con ninguna ideología: Aún hay gente que se atreve a negar el holocausto, por ejemplo. Y en España, sin ir más lejos,los hay a montones que sueltan sin tapujos la coletilla esa de que con Franco se vivía mejor...

Anónimo dijo...

La verdad es que si, entre negacionistas del holocausto (cosa que cada vez está más de moda en la izquierda), nostalgicos de Franco y desconocedores de la historia en general, vamos apañaos. XD