lunes, 4 de mayo de 2009

NO CREO


Dejé de creer
el día en que abrí los ojos
para ver la realidad
de lo que significan.
Ahora no creo
aunque los cierre.
Reniego
de sus templos y sacerdotes,
sus artículos de fe, dogmas,
sofismas falaces,
y la forma de vivir
que persiguen imponernos.
No creo
aunque me extasíe un paisaje,
o mi alma sea asaltada
por la embriaguez del amor.
Cada vez
me siento más lejos
de ese concepto de la vida:
Repudio
la dimensión de la farsa
cuando leo sus libros
o evoco a un dios sórdido,
que nunca aprendió a reír
y yace en los lienzos de la infancia.
Repruebo
que secuestren la verdad
y se arroguen en exclusiva
cuestiones referentes
a la ética y la moral.
Rechazo
con toda mi energía
la idea de salvarnos
con coronas de espinas,
pues exijo el derecho
a ser feliz
en este momento y siempre,
hasta la hora
de nuestra muerte,
amén.

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