miércoles, 6 de mayo de 2009

MAÑANA DE DOMINGO


El mundo que me rodea aún no ha despertado. Todos parecen dormir, salvo yo. Pero es el amanecer de un domingo en el que por fin no trabajo. Aunque hoy podría quedarme en la cama todo el tiempo que quisiera, el colchón parece hecho de piedras que me impiden estar a gusto. Tengo una necesidad casi vital de salir a recibir el aire fresco en la cara.
Me gusta correr a estas horas, me siento mucho más libre y podría aprovechar para comprar el periódico, que empieza hoy un coleccionable de cine clásico que me interesa mucho. Comienzo la marcha con un trote tranquilo mientras la ciudad va desesperezándose a mi paso, me llegan los primeros olores que decoran la mañana y las gentes interpretan sus papeles en las historias de vida que la urbe guarda en sus entrañas.
Tropiezo con la sonrisa de una chica que, en la plaza cercana a casa pretende guardar los que serán sus recuerdos de hoy en una videocámara minimalista. Ha elegido bien el lugar, un pequeño oasis que decora la calle principal del lugar. Un poco más apartado, como en segundo plano, el que debe ser su chico la mira embelesado, esperando a que ella agote su momento. Cuando parece darse por satisfecha, se toman de la mano para cruzar el paso de peatones por donde yo paso en ese momento. Les saludo con la mano, y me contestan al unísono...
Me han puesto de un humor excelente y prosigo mi rumbo calle abajo, en la dirección contraria que han seguido ellos. Un poco más adelante, unas voces en otro idioma reclaman mi atención: Turistas jóvenes que se recogen después de un sábado de marcha están sacando fotos. Parecen querer comerse el día imagen a imagen y las risas parecen algo forzadas, como si s sintieran en la obligación de demostrar a alguien que lo están pasando bien. Quizás sólo sea el cansancio, que ya empieza a hacerles mella, quién sabe...
Paso por delante de un restaurante, que de pronto le abre una puerta inesperada a mi aprendizaje vital. En un listado donde se enumeran los menús, parecen ofrecer un servicio extra: Con magnífico sentido del humor, exponen: ‘Se hablan idiomas por gestos’. Me rio con ganas de la ocurrencia, mientras pienso en la importancia que puede llegar a tener el lenguaje corporal en nuestra existencia...
En el kiosco de los periódicos también saludan al nuevo día, si bien aún están desembalando los diferentes ejemplares. Pasaré a la vuelta, y quizás hasta me acerque a la Boutique del Pan que parece querer llamar la atención de mi estómago con el aroma que desprende. Me siento en paz conmigo mismo. Echaba de menos liberarme de la presión que me oprimía, esa pata de elefante que casi impedía respirar. El correr no es sólo una cuestión física, ni mucho menos...
Paro unos momentos para hacer algunas flexiones, y a pocos metros un operario de la limpieza y la empleada de una tienda que refresca la entrada a la misma con una manguera, inician una ceremonia de galanteo. No me llega el piropo que él le dedica, pero la mujer amenaza con echarle agua, aunque no puede disimular una sonrisa satisfecha. Mientras me alejo, me llegan ecos de las carcajadas de ambos...
Inicio el regreso sin nada más que destacar, hasta llegar de nuevo a la plaza. Allí, un chico con pantalones caídos y gorra a medio lado está sentado en uno de los bancos con la cabeza gacha. A unos metros, una chica vestida con ropas ajustadas le grita al aire palabras que él no parece querer escuchar. Hay por medio gestos de decepción y cansancio. Ella se le acerca y cuando hecho una última mirada están abrazados. Todo está bien, si bien acaba...
Ya cerca de casa hay un pequeño descampado donde hago los estiramientos finales. Mientras estoy en la tarea, se acerca a saludarme una pareja vecina, de edad avanzada: Alemanes que decidieron buscar para su retiro un clima cálido. Son amables, educados, y nunca olvidan cubrir sus pies con calcetines que les llegan casi hasta las rodillas cuando calzan sandalias. El tópico, ya saben...
Tengo sed, y decido subir ya a casa. En las escaleras me doy cuenta de que olvidé comprar el periódico. No importa. Lo haré más tarde, después de una reconfortante ducha y un desayuno que por una vez estará exento de prisas. Decido ponerle una banda sonora al momento. Comienza con un maravilloso blues de Wilie King and The Liberators...

...Y soy feliz.

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