sábado, 2 de mayo de 2009

LA SABIDURÍA DE LA EDAD


No existe una ilusión óptica más engañosa que la del paso del tiempo, entendido como concepto del perfeccionamiento del ser humano. Comúnmente “años vividos” es sinónimo de aprendizaje y preeminencia de pensamiento. Nada más alejado de la realidad, es un error que descubrimos a medida que vamos cumpliendo años.
La idea parece haber surgido como un consuelo para que no veamos el paso del tiempo como un castigo, a causa del deterioro que ocasiona. Nos hemos engañado creyendo que también nos aporta sabiduría, que al crecer y hacernos adultos sabríamos hacerle frente a la vida, algo que compensaría la inevitable pérdida de inocencia al dejar atrás la infancia. Nos habían hecho creer que los viejos son sabios porque han vivido mucho. Pero no hay nadie a quien el tiempo le salve o le avale por sí mismo, sólo sus méritos y su esfuerzo personal valen. Lo sé porque los años que llevo a cuestas no me salvan de cometer errores parecidos a los que pueda cometer alguien que está empezando a vivir, sólo nos diferencia el que sus escasas décadas pesarán menos que las mías y mis recuerdos a veces se comportan como una cortapisa en lugar de ser una ventaja.
Quizás el único provecho sea haber aprendido a relativizar ciertas cuestiones relacionadas con los sentimientos. Eso ayuda. Ayuda mucho para no perder demasiado el tiempo en lamentaciones que no llevan a sitio alguno, cuando ya sabes que los años viajan a bordo de un fórmula uno. Puede que lo vivido no haya sido en vano, si lo utilizamos como un medio con el que proyectarse hacia el futuro. Pero no sirve como escudo para soslayar resbalones, esquivar las jugarretas del destino y salvarnos de nuestra predisposición como seres humanos a cometer los mismos errores que se han venido consumando desde el principio de los tiempos. Si asumimos eso en primera persona habremos ganado mucho, porque nos será más fácil entender y disculpar los errores de los demás.

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