sábado, 16 de mayo de 2009

EL POETA DE LA TRISTEZA

Imagino que Antonio Vega nunca buscó dentro de sí mismo un himno generacional para lanzarlo a los cuatro vientos de una década. Se escriben poemas o se componen canciones principalmente para dar salida a los demonios interiores o llenar con palabras o música la visión del mundo que nos rodea. Y de repente descubres que una canción que has escrito como cualquier otra, sin ninguna pretensión especial, se convierte en un hito para tus contemporáneos, la que marca una década de cambios y te señala como el creador de unas letras que cada uno ha llenado de significados estrictamente personales, en los que se reserva el derecho de admisión.
Siendo como era Antonio una persona tendente a la introspección y la soledad, este hecho tuvo que haber sido una losa que marcó su vida para siempre. Y para escapar se vio obligado a buscar refugio en la veta mortal de las drogas introspectivas. Tras ‘La Chica de Ayer’, construyó un conjunto de hermosísimas canciones llenas de cicatrices en el ánimo y la esperanza, de términos que construían frases enigmáticas y sutiles; que cantaba con una voz que nos llevaba inevitablemente a un mundo donde la tristeza cortaba el alma como un cuchillo.
Es ese un camino lleno de peligros, y en algún recodo lo perdimos: Desaparecido durante un tiempo, lo volvimos a encontrar convertido en el zombi de lo que había sido, siempre con prisas por desaparecer, los ojos esquivos, la mirada perdida en algún lugar que sólo él conocía... Acabó por darle salida al esqueleto, lo que le llenó de aristas los rasgos y talló el nudo barroco de sus dedos. No supo o no pudo escapar de su destino: Su imagen física se convirtió en la variante oscura que nos quedó de los años ochenta, una década que pasó demasiado deprisa, uniendo fulgor y herrumbre, luces de neón y almas rotas...
Oírle era de nuevo un placer inmenso, pero a la vez, verle se convirtió en una tortura insoportable: Él y este país que llaman España hubieran podido convertirse en lo que quisieran, por eso mismo fue tan desolador comprobar los estragos del paso del tiempo y el destino final de lo que nos aguardaba: Nuestros sueños estaban llenos de monstruos sin nosotros saberlo, y Antonio ya sólo podía susurrar declaraciones con desinterés y cantar canciones tristísimas, construidas con poesía de cenizas y música de cristal hecho añicos. Pero nunca podré agradecerle lo suficiente el bien que me hizo su cancionero de soledades: es un intimismo que va unido para siempre a mi propio afán solitario de búsqueda de belleza y esperanza...
Hasta siempre, amigo.


Su última actuación en televisión

1 comentario:

Lidia dijo...

Es una despedida muy lúcida y bella, Paco. Este ser genial que fue Antonio Vega no se merecía menos. Supo llegarnos a todos al corazón sin ni siquiera pretenderlo y sorprendiéndose de su triunfo, porque era humilde como sólo los genios y los grandes creadores pueden serlo. Y por todo esto su recuerdo permanecerá siempre vivo en nuestra mente y nuestro espíritu. No ha habido nadie como él, tan fuerte y tan frágil, tan carismático y tan sencillo al mismo tiempo. Ojalá haya encontrado por fin el sitio de su recreo y en él la paz y serenidad que no pudo encontrar en este mundo.
Un beso, y gracias en nombre de todos los que admirábamos y queríamos a Antonio.