martes, 31 de marzo de 2009

RUTINAS SEMANALES


Mañana de viernes. Se respiraban en el aire indeterminadas promesas de satisfacción y entusiasmo. Salió a la calle con el ánimo encendido. Poco le importaron las inclemencias de un invierno que se alargaba en el tiempo hasta casi borrar los atributos de la primavera. El frío le azotó el rostro y procuró aislarse de unas feroces miradas de martes, a las que hizo caso omiso mientras continuaba su camino y se saludaba cordialmente con algunos jueves que se dirigían presurosos al trabajo.
Al cruzar el parque se detuvo para dirigirle palabras de ánimo a un triste lunes que de nuevo parecía meditar la posibilidad de denunciar al domingo por daños y perjuicios a su imagen. Siempre estaban igual, no se daban cuenta de que en el fondo se necesitaban el uno al otro. Esta vez se atrevió a aconsejarle que empezaba a resultar conveniente que pidiera consejo a la sabiduría del amigo miércoles, el paradigma de todos los equilibrios al que se le reconocía una sabiduría especial al analizar las cosas.
Siguió adelante. Tenía que realizar las últimas gestiones laborales de la semana, antes de cumplir con el rito de reunirse con el viejo sábado, el compañero inseparable de innumerables noches donde la filosofía sentaba escuela ante la barra de algún tugurio, un camarada fiel siempre dispuesto a tender la mano y construir los puentes para el descanso de las mentes y el relax de los ánimos. Con eso acabaría un ciclo y comenzaría otro, en una rutina que sólo se alteraba en las despreocupadas jornadas de las vacaciones, cuando todos dejaban a un lado lo que eran el resto del año y abandonaban con satisfacción las responsabilidades para hacer lo que les diera en gana.

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