domingo, 22 de marzo de 2009

OSCURANTISMO RELIGIOSO


No ha habido a lo largo de la historia en nuestra sociedad occidental una institución más reticente a los avances sociales y científicos que la Iglesia Católica. Un mal que se repite como una especie de maldición en todas las religiones monoteístas, lo que no sirve de gran consuelo. Los dos últimos papados han dado una vuelta de tuerca a la radicalidad de la jerarquía eclesiástica, pero lo que está ocurriendo con este último Papa ya clama al cielo, si se me permite utilizar esta expresión. Porque no contento con aplastar cualquier movimiento de tendencia progresista en su seno, se ha lanzado a intervenir de manera contundente en las decisiones que toman los legítimos representantes de la sociedad civil, obviando un concepto decisivo en la historia de las conquistas sociales, como ha sido la separación iglesia-estado. Nadie le niega a la Iglesia su derecho a opinar sobre las cosas que pasan, pero lo que resulta inadmisible es la pretensión de extender las normas morales que sólo deberían afectar a sus fieles, al resto de la sociedad.
Es imposible quedarse al margen cuando lee noticias como lo ocurrido hace poco en Brasil, donde han sido excomulgados los médicos y la madre de una niña de nueve años que decidieron que abortase después de haber sido repetidamente violada por su padrastro y comprobar que daría a luz gemelos como fruto de su sufrimiento. Todos han caído bajo la llama purificadora de estos herederos de la Inquisición, a pesar de que las pruebas efectuadas a la niña indicaban un gravísimo riesgo de su vida si el embarazo seguía adelante, toda vez que su cuerpo aún no se encontraba lo suficientemente desarrollado. Resulta curioso que la condena moral no haya incluido al violador, pero intentar buscarle un sentido a determinadas decisiones eclesiásticas es una pérdida de tiempo que nos lleva a la melancolía. La falta de empatía con unos seres que seguramente habrán pasado por un verdadero vía crucis es repugnante. Y en cuanto a los médicos afectados..., se suman a una larga lista de gente ilustre del mundo de la ciencia que sufrió en sus carnes las consecuencias del integrismo religioso.
Todo puede esperarse bajo el amparo de un Papa que se permite en pleno corazón de un continente azotado por el SIDA, echar abajo el trabajo esforzado de múltiples organizaciones en pro del uso de preservativos, olvidando que la lucha contra esa plaga de nuestro tiempo es una cuestión sanitaria y no religiosa, y que las cuestiones morales no son patrimonio de ningún credo. Imaginen cómo sería el mundo si la Razón no hubiese triunfado en abundantes ocasiones en la lucha permanente que históricamente ha mantenido contra el oscurantismo. La Iglesia condenó en su momento la vacuna contra la viruela, la disección de cadáveres para estudiar el cuerpo humano, la instalación del pararrayos, la anestesia, la transfusión de sangre, el parto sin dolor, y el descubrimiento de que la Tierra gira alrededor del Sol. Son unos pocos, pero significativos ejemplos. Luego, pasados los años y con una hipocresía vergonzante, se pedirá perdón por los errores cometidos. Y los herederos de los que se opusieron ferozmente en su momento, no tendrán problema alguno después en aprovecharse de las ventajas que han aportado los logros de los que ellos mismos condenaron de manera tan contundente e injusta.
Y por otro lado, se sigue en lo mismo: Poniendo el grito en el cielo por la lucha de la ciencia para contribuir a erradicar determinados sufrimientos de la humanidad. No sorprende que se escandalicen por la investigación con las células madre, por ejemplo. Ya veremos lo que sucederá dentro de diez años, cuando se haya generalizado su utilización en medicina. Seguramente volverán a pedir perdón y veremos a gente con alzacuellos siguiendo programas médicos por esta vía. Ironías de la vida.

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