viernes, 6 de marzo de 2009

JUAN GELMAN



Hay tantos ejemplos de lo contrario, que a veces se me hace imprescindible para seguir confiando en el ser humano buscar ejemplos de dignidad. Ya sé que los hay, no quiero ser tan estúpido como para creer que los que suelen salir cada día en los medios de comunicación son representativos del tono general de la sociedad en una cuestión tan importante. Evidentemente no hay estadísticas, pero estoy seguro de que habrán innumerables casos reconfortantes entre toda la gente anónima con que nos cruzamos cada día por la calle.
Pero agobia leer sobre determinados actos, actitudes y personajes que en la escala de lo social ocupan un lugar destacado. Así que he decidido olvidarme por un día de ellos para hablar de dignidad. Y si existe alguien que la encarna en su figura es Juan Gelman, el poeta argentino de la mirada triste y serena, una moralidad inquebrantable y una grandeza de miras que no parece de este mundo.
A Juan Gelman la dictadura argentina le destrozó literalmente la vida: Los profesionales de la muerte y el terror institucionalizado metieron a su hijo en un bloque de cemento y lo arrojaron al mar de los desaparecidos, secuestraron a su nuera embarazada y la trasladaron a Uruguay donde esperaron a que diese a luz para apropiarse de la recién nacida y asesinar a la madre nada más parir. La niña fue a parar a una familia de militares, como tantos otros hijos de desaparecidos, que quedaron en manos de los asesinos.
Nada pudo quebrar el ánimo del poeta machacado por el infortunio: Siguió confirmando de por vida su compromiso feroz y pasional con la palabra más hermosa para dar testimonio de los sentimientos y dolores ajenos, trabajados con la conciencia y la sangre, el alma y el cuerpo... Y mientras eso hacía para la fortuna de los que le hemos leído, nunca cejó en el empeño de denunciar lo ocurrido con su familia, no con ánimo de venganza, sino exigiendo el reconocimiento de la barbarie y la devolución de su nieta. El camino fue largo y duro, pero la constancia y el tesón dieron sus frutos: Hoy Juan y Macarena Gelman se han reencontrado. Lo asombroso es que nunca escuché de sus labios nada que no estuviese relacionado con las más alta consideración de un sentido ético de la justicia y la vida. Nunca hubo ánimo de revancha, ni mucho menos de venganza. No alcanzo a imaginar el esfuerzo personal que le habrá supuesto a este monumento vivo a la dignidad del hombre llegar a escalar ese nivel de ejemplo moral.
Admiro profundamente sus versos, pero a este hombre de corazón tan grande hay que amarlo y respetarlo. Ojalá hubieran muchos como él. Otro gallo le cantaría a la realidad del mundo. Para acabar, les dejo un sencillo, espléndido y sereno ejemplo de su poesía. Se titula Basta:

Basta, no quiero más de muerte
no quiero más de dolor o sombras, basta.
Mi corazón es espléndido como una palabra,
mi corazón se ha vuelto bello
como el sol que sale .
Vuela, canta mi corazón,

es de temprano un pajarito
y después es tu nombre:
Tu nombre sube todas las mañanas,

calienta el mundo y se pone,
sólo en mi corazón,
sólo en mi corazón...

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