domingo, 25 de enero de 2009

SÓLO UNA PINTADA


Según leo en la edición digital de un periódico, es una pintada que alguien dejó como recuerdo de su frustración y su rabia en un muro de un instituto de secundaria tinerfeño. El mensaje es escueto y directo, como un mazazo dirigido al hígado de nuestras conciencias tantas veces adormiladas. Dice: 'Violencia es cobrar 600 euros'. Que falta de urbanidad, dirán algunos: Ese tipo de pintadas son un atentado contra la urbanidad, y supone un gasto extra a los ayuntamientos que están obligados a hacer que desaparezcan del paisaje urbano.
Además, ésta en concreto no tiene ninguna pretensión artística, lo que ofenderá más aún a los espíritus sensibles. Pero a mi me he hecho reflexionar mucho más que los sesudos estudios de los expertos para explicar la crisis que nos azota. No puedo dejar de pensar en las razones que habrán llevado a su autor a intentar desahogarse de esa manera. Conozco unas cuantas, las veo reproducirse a mi alrededor continuamente, y las he vivido en carne propia más de una vez. El caso es que el término violencia se asimila a maltrato, dolor físico o sicológico, gritos e incomprensiones. El mensaje de la pintada nos lleva a otra dimensión. La de no poder llevar una vida digna: La de intentar sobrevivir con un mísero salario para pagar el techo que nos cubre, los gastos de la casa, la comida (a cuya función nutritiva muchos han tenido que renunciar), los estudios de los hijos, la ropa, el calzado, el transporte... La frustración de trabajar horas y horas soportando cualquier desafuero laboral, porque sabes que la empresa puede prescindir de ti fácilmente al haber una cola de gente esperando ocupar tu puesto... La de la frustración de haber renunciado a conseguir un trabajo acorde a tu preparación, mientras otros ascienden a base de peloteos y chanchullos varios. Por no hablar de lo que supone que la publicidad te esté creando continuamente necesidades falsas que no valen para nada, pero que te convierten en un perdedor si no logras acceder a ellas, y porque de ciudadanos nos están transformando en meros consumidores, ante la amenaza de que si dejamos de comprar, el sistema se vendrá abajo.
Que horror, si fallase el sistema. ¿Qué harían los que nos explotan, los que ganan tanto que no saben lo que hacer con el dinero y no pudiesen satisfacer todos sus caprichos, enviar a sus hijos a estudiar a Suiza, ni pagarles una riada de másters en USA, renovar su flota de bólidos, gastarse una fortuna en trajes de Armani o vivir en mansiones con más habitaciones que un bloque de pisos en una barriada del extrarradio... El autor de esa pintada habla de eso, y de mucho más. Se refiere a los contratos basura, como los que ahora mismo compruebo en mi ámbito de trabajo: La todopoderosa Iberia está contratando a personal eventual con horarios de cuatro horas y media semanales (por necesidades del servicio, argumentan). Que existan leyes que permitan tal salvajada también es violencia.
Además, si hablamos de una vida digna, no podemos olvidar los gastos en cultura: Sólo faltaría retroceder en el tiempo, cuando era potestad de una minoría acudir al cine, al teatro o a un concierto, irse alguna vez de viaje, o llenar tu casa de libros si tienes la suerte de gozar con la lectura. Hay que reflexionar seriamente sobre cómo vivimos, sobre el nuevo esclavismo que lucen nuestros horizontes laborales, la avaricia de unos pocos que parece no tener fin, y el nulo reparto de la riqueza que todos generamos con nuestro esfuerzo.
Dentro de pocos días (si no ha ocurrido ya), la pintada desaparecerá entre las críticas de muchos, porque se obliga a los organismos públicos a tener presupuestado un capítulo de gastos para tal fin, olvidando el que se destina a marramachadas encorbatadas, asesores que emiten informes que a nadie interesan y gabinetes de propaganda a mayor gloria del que les contrata. Todos esos memos preferirían que el autor de la pintada hubiese escrito su dolor en una libretita, a modo de terapia. O que, en todo caso hubiese sido un grafitero al que contratar para embellecer el muro con su arte no siempre tan marginal como se piensa. Pero entonces no actuaría como un grito ante nuestro ojos, no existiría esa aportación de rebeldía tan desolada ante el presente demoledor que vivimos: Un muro, unas gotas de rabia, y palabras para condensarlas. Que poco se necesita a veces para sacudir las conciencias. Desde aquí le mando un abrazo a su autor, y le agradezco profundamente su iniciativa. Que sepa que a mi me ha servido de mucho.

1 comentario:

Jony dijo...

Yo tb estoy con el de la pintada. Con 600 euros no te da para nada, un alquiler son 400 euros, comida?, agua?,luz?, gasolina?....la verdad es que es increible.

Ademas si pinta en muro y eso hace que operarios vayan a limpiarla, es más dinero para esos empleados y eso siempre es bueno para el pobre trabajador asi k yo propondría hcer más.