lunes, 19 de enero de 2009

A PESAR DE TODO, LA ESPERANZA

Resulta que este
era también un año de violencia,
aunque se nos llenase la boca
de vagas referencias
a negociaciones y acuerdos.
Pero los de a pié, los invariables,
siguen sitiados en sus casas,
y a la sucursal del hambre no llegan
las plegarias del Vaticano,
las recetas milagrosas del Fondo Monetario,
o los dividendos de las multinacionales.
Gentes de extraños acentos llaman
a las puertas de la solidaridad,
porque se ensanchan los abismos
en la misma progresión
con la que disminuyen las expectativas
y los balances de las cuentas corrientes.
Mientras tanto, yo sigo aquí,
instalado en la perplejidad,
intentando parecer un ser humano,
aunque cada día se me antoja más difícil
pues llevamos la carga de la injusticia
viajando con nosotros en la cartera,
convertida en nuestra mejor amiga
y la protagonista de nuestros sueños.
Mi compromiso es también
conservar el hilo celeste de las palabras
en este mundo erosionado por la historia,
dando fe de los reveses del tiempo,
de los ojos arrancados a la cordura;
recurriendo a las dosis justas de demencia
para no perder las esperanzas
en un planeta que agoniza lentamente.
Sigo con el consuelo o la mentira,
de creer que unos versos
puedan ser un bálsamo que logre
que las ilusiones no se agrieten del todo
en las camisas de fuerza de la noche,
y la poesía sude por las paredes
la belleza que aún subsiste
entre un paisaje de botines y despojos.
Porque, a pesar de todas las tinieblas,
afirmo que si una emoción
es capaz de humedecernos los ojos
y conseguir que nos vibre el corazón,
podemos conservar la esperanza
en que ni tú ni yo estamos perdidos.

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