viernes, 2 de enero de 2009

OSCURECIDO


Nací náufrago, y pronto supe
que el aire que respiran algunos
ardía desconsolado.
Crecí el desarraigo de los vivos
que no entienden la vida
sin justicia ni equidad,
por lo que el corazón ha llorado
las lágrimas negras de los condenados.
Pagué asiduamente
la rebeldía del que no entiende
que algunas cosas pasen,
por sentirme como el tuerto
en una civilización de ciegos:
Son demasiados muertos,
enormes las cifras del sufrimiento,
injustificables las condenas
por el mero hecho de existir.
He sentido las tinieblas
del hombre que está solo
en este breve e intenso viaje.
Y descubrí el infierno
del que ha dejado de creer
en la realidad de lo que vemos,
en los mensajes que escuchamos,
y en que valga para algo
el dolor de los que siempre
se han visto obligados a sufrir.
Con este panorama es complicado
encontrar la lucidez necesaria
para mantener encendida
la llama de la esperanza:
Será que se me han oscurecido
las pupilas del alma,
o es que sencillamente,
ya no queda nada en lo que creer.

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