jueves, 23 de octubre de 2008


El cadáver parecía tener todas las papeletas para considerarlo bien muerto. Mi intuición como policía y la dilatada experiencia que había adquirido en los años de profesión, me decían que no había fallecido de muerte natural. Ayudaba mucho a obtener esa conclusión el hecho de que el hombre que yacía tendido en el suelo en medio de un gran charco de sangre, tenía clavado a la altura del corazón un cuchillo de considerables dimensiones. Deduje que esa había sido probablemente la causa de su muerte. Es que yo para esas cosas tengo ojo clínico. Por cierto, que siempre me ha parecido una falta de respeto fallecer de esa manera tan violenta, debido a las molestias que causas a terceros, y el coste que ello le supone al erario público. Pero la gente es egoísta hasta para morirse. Una conciencia cívica verdaderamente escandalosa…
Este suceso en concreto iba a causar demasiadas contrariedades a demasiada gente, y a mí el torbellino me iba a pillar en medio.... Y en plena Nochebuena, que esa es otra. A quién se le ocurre cometer un crimen en una noche semejante. Es que se pierden las perspectivas con suma facilidad: Empiezas matando a alguien, y acabas por no respetar ni siquiera las fiestas más entrañables del año.
Por cierto, que el muerto no era un cualquiera: Lo había reconocido al primer golpe de vista. Se trataba de un político con cargo relevante en la ciudad y un más que probable candidato a alcalde del partido gobernante en las próximas elecciones. Otros detalles interesantes tampoco le pasaron inadvertidos a mi agudeza profesional, como el hecho de que fuese vestido (es un decir) con un tanga de color rojo y medias a juego. No hacía falta ser un lince para hacerse una ligera idea del escándalo que montarían los buitres de la prensa en cuanto le hincasen el diente al asunto. Iban a tener carnaza para mucho tiempo.
Recordé que precisamente para dentro de un par días se había convocado una rueda de prensa, en la que todo el que presumía de ‘tener fuentes bien informadas’, aseguraba que el Partido le confirmaría como candidato. Lo que venía a significar que alguien interesado había filtrado la noticia, probablemente él mismo. Anoté mentalmente preguntar por los rivales que se disputaban el cargo: A veces los peores enemigos se tienen en la propia casa.
A todas estas se preguntarán por la razón de que me encontrase en el escenario del crimen. Casualidades de la vida. Andaba yo muy ocupado en pasar de la mejor manera posible la festividad de aquella noche en la habitación contigua a la del suceso, en la grata compañía de una conocida actriz de espectacular melena roja y un sin fin de curvas, a la que había echado una mano tiempo atrás (no se tomen la expresión de manera literal, por favor) en un caso de drogas en que se había visto implicada, y en el que logré salvaguardar su anonimato. Resultó que era una buena chica, con demasiadas inseguridades para sobrevivir en un mundo tan duro como el de la farándula y el famoseo. De aquella experiencia quedaron una estupenda amistad y esporádicos encuentros a salvo de miradas indiscretas, donde se practicaban pocos juegos de mesa y bastantes de cama. He de reconocer que no andábamos jugando precisamente al parchís, cuando un grito de mujer (si, ya saben: de esos que tanto suelen salir en las películas y que te machacan los oídos), resonó por los pasillos de aquella planta del hotel.
Acudí inmediatamente a prestar el auxilio que fuese necesario, porque cuando del género femenino se trata, siempre me presto voluntario para un montón de cosas. La puerta de la habitación de al lado estaba abierta, así que entré sin pedir permiso. El interfecto me recibió de una manera un tanto fría para mi gusto, pero supe disculpar su actitud dadas las circunstancias.
La del chillido estridente aún estaba apoyada en una pared de la habitación, como paralizada por el miedo. Eso, o se le habían ido las fuerzas por la garganta después de tanto alarido. Se encontraba semidesnuda, pero ni ella ni sus carnes parecían darse cuenta. Como mujer no estaba nada mal salvo por un detalle, nada pequeño por cierto y muy poco femenino, que le colgaba a la altura de las ingles. Por un momento hasta sentí un ramalazo de envidia.
Me obligué a desviar la mirada y a tomar de inmediato las riendas del asunto. Sobre la cama encontré un maletín abierto, y en su interior había un montón de pasta. De esa clase de billetes de euro que todos sabemos que existen, pero que casi nadie ha visto nunca. Pintaba bien la cosa: Política, sexo, dinero, navidad... Me estaban entrando ganas de agarrar una baja por depresión, y largarme con la chica del parchís a alguna isla del Caribe. O al menos a Canarias, que el salario de un poli no da para mucho.
En fin, que hice las llamadas habituales y le puse algo de ropa a la gritona antes de que aquello se llenase de gente. También hube yo de adecentarme un poco, porque cuando hago juegos de... ¿Como definirlos? ¿De cama?, Pues eso, que suelo ponerme la mar de cómodo.
Localicé al Jefe y cuando le pasé la noticia, por poco le da una apoplejía. Imagino que como venganza decidió sobre la marcha designarme el caso. Le di las gracias de viva voz, y prefiero no reproducir los epítetos que al mismo tiempo le dirigía en silencio mi mente. Menos mal que nunca he tenido capacidades telepáticas.
Había que darse prisa: Si me gustasen las cuestiones estadísticas, les diría que el 80 por ciento de los asesinatos se resuelven a las siguientes veinticuatro horas de haberse producido el hecho. Pasado ese tiempo, la cosa se complica bastante. Pero siento casi tanta aversión por las cifras como por los sicólogos, así que paso del tema y mejor me callo.
Del interrogatorio a la acompañante del finado obtuve una ligera idea de cómo podrían haberse desarrollado las cosas. Al parecer el tipo llevaba un par de días contento a causa de ‘un negocio que pintaba muy bien’, le daría un empujón definitivo en su carrera política, y además le reportaría buenas ganancias. Una vez calmada, aquél raro espécimen de hembra resultó ser sumamente inteligente, y me puso al tanto de lo que había podido averiguar sobre el referido negocio, del que también había sacado una buena tajada. Procuré estar atento a sus explicaciones, aunque de vez en cuando la mirada se me iba hasta la pared que nos separaba de mi habitación, y mi cerebro se empeñaba en recordarme lo que allí me estaba esperando. Espíritu navideño, creo que se le llama a eso.
Pero no divaguemos. Era un sucio asunto en el que un político sin escrúpulos le pone una trampa de tipo sexual a un colega, porque temía que pudiera transformarse en rival directo en el camino hacia una poltrona por la que había luchado desde hacía años. Aunque les cueste creerlo, hay gente que es capaz de venderle su alma al diablo a cambio de dinero y poder. Así nos va: Dicen que el mundo puede llegar a ser un lugar maravilloso, pero les aseguro que yo aún no he logrado encontrar ese sitio. Dulce Navidad: Sólo me faltaba escuchar música de violines como fondo, acompañado de un estúpido coro de voces blancas cantando villancicos para que el hígado se me pusiese a bombear toneladas de bilis...
El travesti era el cebo, evidentemente. Brillante chantaje ideado por el tipo del charco de sangre, que logró de un plumazo quitarse a la competencia de en medio y estuvo a punto de conseguir un aguinaldo que le hubiese solucionado la vida durante algunos años. Me acordé del cartero y su humilde tarjetita de siempre por tales fechas. Pobrecillo, si el supiera…
Pero los planes brillantes son muy suyos, y suelen torcerse a la primera que te descuidas: El chantajeado resultó contestón, no se quedó con las manos quietas y aparentemente decidió contratar un par de matones para que le diesen un cordial escarmiento a su compañero, y sin embargo odiado enemigo. Y de paso recuperar el dinero, que no están las cosas para despilfarrar en estos tiempos de crisis.
Los fulanos probablemente le habrían estado siguiendo durante todo el día. El muy cabrito no pudo esperar para celebrar el acontecimiento con su compinche de aventuras, y cuando les vieron entrar muy acameralitos en el hotel para pasar juntos la Nochebuena, él con el maletín en la mano, pensaron que era la oportunidad que buscaban: Esperaron un tiempo prudencial, y con un violento golpe entraron a saco y sin pedir permiso en la habitación, cuando la fiesta que se había montado era solamente para dos. Luego llegó lo habitual en estos casos. Para qué entrar en detalles, si los suelen ver cada día en las series de televisión... Un par de sopapos por aquí, alguna patada en salva sean las partes por allá, un cuchillo para cortar el jamón de Jabugo que aún lucía en la mesa y tenía pinta de estar como Dios..., y todo acaba con un cadáver, los causantes del estropicio saliendo de la habitación como alma que lleva el diablo, una voz en grito por los pasillos, y una partida de parchís fastidiada.
Me quedé muy satisfecho de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Dejé al travesti en manos de un par de agentes para que les hiciera una descripción de los huidos, y volví a llamar al jefe para decirle que el caso ya casi estaba resuelto (se emocionó tanto, que por un momento hasta me pareció humano). Una última llamada a comisaría sirvió para poner al día a los compañeros que se encontraban de guardia, y pedirles que se encargaran de la detención de los implicados. Después de todo, la noche no iba a fastidiarse tan fácilmente. Aún quedaban horas por delante para retomar la partida suspendida. Pero cuando logré regresar a mi habitación la encontré vacía...
Supongo que fueron demasiadas emociones para mi actriz… El pelo se le habría vuelto blanco, tan sólo de pensar en la posibilidad de verse envuelta en aquél lío. En fin. No siempre se gana. Y en situaciones así resulta recomendable volverse positivista, aunque la filosofía a la que uno suela recurrir no sea de altos vuelos: Descorché la botella de cava que tenía sobre la mesilla de noche, me tumbé tal cual estaba sobre la cama, y decidí felicitarme a mi mismo las navidades apurando lentamente aquél espumoso de primera... Brindé por todo lo que se me ocurrió en aquellos momentos. Casi hasta me conmuevo al recordarlo.... Está claro que allá, muy en el fondo de lo que sea y detrás de tanto cinismo como destilo habitualmente, han de reconocer que soy un sentimental.


NOTA: Presentado al Certamen de Relatos de Navidad del Círculo de Amistad XII de Enero, que se fallará el 22 de Diciembre de 2008. Es nuestro regalo a los amigos del blog para celebrar las 50.000 visitas.

4 comentarios:

CRO dijo...

hola paco! ya sabes que soy muy perezosa para los textos largos... pero he pasado!
besos

Anónimo dijo...

Me parece muy bueno. Te deseo mucha suerte en el concurso.

Un saludo.

Mª José

Anónimo dijo...

Muy bueno,si señor,te deseo mucha suerte,y...que calladito lo tenias...saludos.

Jmorinno

Pacogor dijo...

Gracias a todos. El verdadero premio lo gané con lo que me divertí escribiendo el relato. Y con esas felicitaciones, evidentemente.