lunes, 1 de septiembre de 2008

GUEPARDO


El espinazo se encorva,
la mirada fija en el horizonte
de un reto cercano,
el corazón desprendiendo
belleza a raudales...
El caminar parsimonioso
sobre almohadillas de apetitos
da toques de líneas perfectas,
y una primorosa cabeza
que resbala sobre el aire
magnetiza a la presa
con un estallido de vida,
hermoso como el penúltimo ocaso
de un continente,
que fallece cada noche
para renacer con nuevos bríos
cuando la luz del sol regresa.
De nada vale la huida:
La futura víctima
afronta su destino,
al calor de esa criatura
hermosa y primigenia,
mientras los continentes desplazan
su gravedad y su historia,
negando un futuro a África.
Resulta un privilegio
contemplarte, guepardo,
marcar felina y sensualmente
un territorio de pasiones
con tu aire insolente,
que desafía a la muerte
su derecho a las sombras,
que exige a la vida ser vivida.
¿Hacia dónde correrás en el futuro
con esa gracia que desprendes?
¿Hallarás un refugio seguro
donde guarecer tu sonrisa felina
cada cinco de septiembre
bajo la luz de la luna?
Lo sé. Son preguntas mías,
pues no está en ti hacerlas:
Es mi fascinación humana
la que se interroga
por lo que podrías ser,
es el cansancio que dejó el vacío
sobre mis hombros sinceros.
Y también el contraste
entre lo que son mis palmas apagadas
y las garras llenas de ternura
con las que abrazas
la roja tierra en que un día
mis huesos y mi carne decidieron
admirar tu libertad.