lunes, 4 de agosto de 2008

DECLARACIÓN DE AMOR

Imagen: 'Amantes', óleo de Luis Guillén Vallejo
Le parecía increíble tanta crueldad del destino. Hoy tenía que haber sido un día lleno de felicidad: Por primera vez le confesaría su amor a una mujer. Fue una de las decisiones más difíciles de su vida, porque con su proverbial timidez, atreverse a dar ese paso era como escalar una montaña casi inaccesible. Quedaron en verse en el puente del parque donde se conocieron. Ahora que había superado sus dudas, se sentía lleno de energía y vitalidad. En estas cosas nunca se puede estar seguro al cien por cien, pero algo le decía que era correspondido. La cita era a las siete en punto. Llegó puntual, y cuando comprobó que el reloj avanzaba sin ella presentarse, el desánimo se fue apoderando de su moral. Intentó localizarla, la llamó varias veces, pero su móvil se encontraba fuera de cobertura.
Cuando ya empezaba a decirse a si mismo que había sido un tonto por interpretar erróneamente las señales y a darle vueltas a la idea de que ella no se presentaría al sospechar sus intenciones y así evitarle el bochorno consiguiente, sonó el teléfono. Lo que escuchó a continuación le dejó helado: La voz al otro lado comentaba algo sobre un accidente de coche en la que se había visto implicada. Abrumado por la noticia, aún tuvo fuerzas para entender el significado de la expresión ‘Estado de Coma’, y lo último que escuchó fue el mazazo final: Según los médicos había un noventa por ciento de probabilidades de no volver a recuperarse.
Un sudor frío comenzó a empaparle el cuerpo. No podía ser. Ahora no... Se apoyó en la barandilla del puente. Miró hacia abajo y la idea de saltar se hizo insoportablemente tentadora. La altura sería suficiente, si lo hacía quizás podría reunirse con ella donde fuera que ahora estuviese...
Despertó en el hospital. La enfermera que le atendía le susurró que se tranquilizara, que estaba bien, y sólo había sufrido un desmayo a la entrada, propiciado por la tensión. Recordó aquél momento en el puente, la sensación de vértigo por un futuro en que no la tendría a su lado, la angustia por no haber podido despedirse de ella, la amargura de perderla sin ni siquiera haber podido decirle que la quería... y la impresión de que de alguna manera le llamaba, de sentir esa voz tan deseada reclamando su presencia, pero no desde la muerte, sino desde la vida...
Después vino la alocada carrera hasta el Centro Médico, intentando encontrar un poco de aire en los pulmones para averiguar cómo se encontraba, la confirmación de que había salido del coma preguntando por él, la ratificación de encontrarse fuera de peligro a pesar de la gravedad, el asombro de los médicos por lo sucedido.
Alguien le acompañó hasta la habitación aconsejándole que no la alterase, porque ahora lo principal era la calma y la tranquilidad... Al entrar en la habitación temía que el corazón le estallara. Y al verla enchufada a todas aquellas máquinas, pero viva, una lágrima le resbaló por la mejilla.
Con una sensación de placer infinito, pudo ver en sus labios algo muy parecido a una sonrisa. Se acercó a la cama, le acarició la frente con ternura, y en un susurro pronunció las palabras que pugnaban desde hacía tanto tiempo por salir de su boca:
-Te esperaba en el puente para decirte que te quiero. Aprovecho que tal y como estás no puedes salir corriendo para hacerlo ahora-
-Pero mira que eres tonto- pudo contestar ella - No puedes imaginarte las ganas que tenía de escuchar esas palabras...

No hay comentarios: