viernes, 11 de julio de 2008

EXCELENTÍSIMO SEÑOR ALCALDE

Imagen: Viñeta de 'El Roto' publicada en el diario 'el país' del 14-06-2008
Ya sólo los viejos del lugar recordaban la primera vez que lo eligieron alcalde. Desde aquella época habían transcurrido un montón de legislaturas sin que nadie lograse derrotarlo. Tampoco tuvo problemas de conciencia en haber pasado por todo el espectro político, hasta que acabó por inventarse un partido a su medida, con al apellido ‘Independiente’ por bandera. Lo fundamental estaba en ser cabeza de lista, después ya se vería. Una vez en el cargo, las obligaciones inherentes al mismo las transformaba en favores que distribuía por doquier entre los vecinos, que luego sus incondicionales se encargaban de recordar ‘discretamente’ a los interesados durante las campañas electorales. Cuando se les preguntaba a sus conciudadanos las razones para votarle, encogían los hombros y aludían a las mejoras en las infraestructuras, la seriedad con que se tomaba el cargo, lo buena persona que era y las injusticias que con él cometían los medios de comunicación cuando era protagonista de algún escándalo.
Menuda la que se armó aquella vez que fue detenido a causa de unas decisiones poco claras que desataron la fiebre constructora en la zona de costa... El pueblo en masa (debidamente instruido en la posibilidad de ir todos al paro o volver a doblar la cerviz en las labores del campo) salió a la calle indignado, porque el turismo era sinónimo de prosperidad y trajo consigo la reconversión económica y sociológica. Llegados a ese punto, el tema de la honradez pasaba a ser una cuestión secundaria, un leve matiz que sólo suponía molestias y retrasos en el avance triunfal hacia el progreso y la modernidad.
Nuestro protagonista celebró su triunfo contra las Fuerzas Oscuras del Derecho y el Contubernio de los Partidos Políticos Tradicionales imbuyéndose el disfraz de héroe, adelantando las fiestas patronales y pasando el brazo por los hombros hasta al más humilde habitante del pueblo. El discurso de agradecimiento al apoyo recibido que improvisó desde el balcón de las Casas Consistoriales emocionó a todo el mundo, y llegó a sacarle algunas lágrimas a las mujeres, sus seguidoras más incondicionales.
Después de tranquilizadas las cosas, en los años posteriores siguieron los negocios millonarios, las comisiones con números de un montón de ceros bajo mesa, las alteraciones a su antojo de los planes de ordenación urbanística, y, sobre todo, la satisfacción del deber cumplido: El Alcalde siempre sonreía: Era la sonrisa de un hombre que había forjado su propio destino y con la conciencia absolutamente tranquila.


PD: Esta es una historia fruto de la delirante imaginación del autor. Cualquier semejanza con la realidad es casual e indiscutiblemente cierta.

No hay comentarios: