jueves, 31 de julio de 2008

¿RECUERDAS?

¿Recuerdas aquella noche, cuando todo comenzó? Hacía un tiempo horroroso, la tormenta de lluvia y viento soplaba con furia, pero yo me empeñé en volver a casa. Decidiste hacerme caso, aunque no las tenías todas contigo. Conducías muy despacio, pues el agua no dejaba ver bien la carretera y el viento nos zarandeaba peligrosamente. A pesar de todas las precauciones, al tomar la curva cerrada perdiste el control del coche, las ruedas patinaron, nos salimos de la carretera y dando tumbos, fuimos a parar al fondo del barranco.
El vehículo quedo completamente destrozado, tras dar varias vueltas de campana. Completamente desorientado a causa de un golpe en la cabeza, lograste salir del coche, te incorporaste y te pusiste a caminar sin una dirección fija. Te llamé desesperada, pero no lograste oírme: Sólo la explosión logró hacerte reaccionar. Corriste, intentando auxiliarme, sin darte cuenta de que yo también había conseguido salir de aquél amasijo de hierros puestos ahora al rojo vivo.
Intenté calmarte, pero seguías sin escucharme: Gritabas mi nombre una y otra vez y tus lágrimas se mezclaban con el agua de la lluvia. No te dabas cuenta de que estaba a tu lado y yo no podía entender que te ocurría hasta que dirigí mi mirada hacia el coche y pude verme a mi misma ardiendo dentro.
Caminé hacia atrás aterrorizada, hasta tropezar con unas piedras y dar con mis huesos en el suelo. ¿Qué era todo aquello? Intenté buscar tu protección, me convertí en tu sombra mientras llegaban la policía, los bomberos y la ambulancia. Todos intentaban consolarte, pero a mi nadie me veía... Entonces fue cuando lo comprendí: Había muerto en el accidente, y lo que quedaba era mi espíritu, que se negaba a abandonarte.
Dos días después llegó el funeral. No puedes imaginarte cómo sufría, pues seguías sin notar mi presencia aunque me negué a separarme ni un instante. A la vuelta a casa, cuando cerraste la puerta después de despedir a todo el mundo, por fin te vi llorar. Se me rompía el corazón ver como sufrías sin poder hacerte llegar que todo iba bien, que ahora notaba una paz como nunca antes había sentido.
Por las noches te velaba, mientras dormías un sueño agitado, y lleno de sobresaltos.... Y una madrugada me sorprendiste saliendo de casa en una decisión repentina, que nos llevó a los dos hasta el lugar del accidente... Allí caíste de rodillas, abatido, la misma imagen del sufrimiento. Pronunciabas mi nombre sin notar las caricias que intentaba hacerte infructuosamente. Desde entonces, madrugada tras madrugada, no hemos dejado de ir a la misma hora, cada vez más en silencio, sintiendo cómo la soledad se apoderaba de nosotros.
Lo que ninguno de los dos se esperaba era lo que ocurrió en el primer aniversario. A pesar de que había una tormenta espantosa y un frío de mil demonios, no dejaste de acudir a la cita. Yo te hablaba y te acariciaba como tantas veces antes, pero fue esa mañana de lluvia, frío y viento, en la que por fin sentí como te estremecías, susurrando que sentías el tacto de mis manos frías, cual témpano de hielo, sobre tu piel.
En ese momento nos quitamos de encima parte de la losa que nos aplastaba sin piedad. Yo pude descansar tranquila, y tú supiste que no te abandonaría nunca. Pudiste continuar con tu vida y nuestras monotonías sólo se alteraban en los días de lluvia, cuando dejábamos a un lado nuestras respectivas rutinas para estar juntos, ponernos al día y hablar mucho... Como hacíamos antes, y como nunca hemos dejado de hacer. Lo que son las cosas, ¿verdad, papá? Una tormenta intentó separarnos, pero ahora son las encargadas de traernos la paz que tanto necesitamos, y de permitir que la niña que siempre seré pueda encontrar el amparo de su padre...

No hay comentarios: