martes, 10 de junio de 2008

VERSIONES


Llegaste de improviso,
ocupando los rincones vacíos
que el devenir de la vida
habían dejado en mi alma,
y tallaste una promesa de futuro.
Viniste como un suspiro,
con tu sonrisa tranquila,
sin apremios ni culpas,
sin preguntas ni exigencias.
Me enseñaste
que el corazón ha de latir
con generosidad y empuje,
pero apaciblemente,
afrontando con calma
la suerte de los días.
Te instalaste en mi sombra
y al otro lado del espejo:
Contigo aprendí que el yo
no ha de ser tan importante,
y que mostrarse
sin ningún tipo de disfraz
es el mejor signo de valentía.
Me llevaste de la mano
por el mundo de las emociones,
y contemplé la vida
desde una óptica distinta.
Nos hicimos inseparables
y, tal vez, te hayas convertido
en una versión mejorada
de mi mismo.
Desde entonces
sé cuando parar de vez en cuando
a recoger flores frescas
en los recodos del camino.

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