martes, 24 de junio de 2008

FIDELIDAD ANIMAL

¿Saben de ese refrán que viene a decir que a veces la realidad supera a cualquier fantasía? Esta es una de ellas. Es una historia real de amor y fidelidad, que como amante de los animales, me ha emocionado profundamente. Por la historia en si, de la que tenía ya algunas referencias, y porque guarda similitudes con la de mi fiel Boby, salvando las distancias.
Boby era un pekinés que llegó a casa de mis padres como diminuto cachorro cuando yo aún vivía con ellos. Desde el primer momento estableció una relación especial con mi madre. También conmigo, pues yo era el encargado de sacarlo de paseo, y se convirtió en mi despertador mañanero. Dormía en su sitio del salón, pero con absoluta puntualidad, a las siete y media de la mañana se subía de un salto a mi cama, y un lengüetazo cariñoso era la señal para comenzar la jornada. Con el tiempo me fui de casa, me casé y tuve mis propios animales. Mientras tanto, el vínculo entre Boby y mi madre continuó sin fisuras, hasta la enfermedad que la llevó a ella a la muerte...
Meses después mi padre vendió la casa y se trasladó fuera de la isla. Boby se vino a vivir sus últimos años, conmigo y mi familia. Hicimos lo imposible para que fuera feliz, y creo que lo conseguimos, pero se captaba en su mirada una melancolía que no lograba disimular. Un día desapareció sin que nos diésemos cuenta. Lo buscamos por todos los alrededores, y cuando ya habíamos perdido la esperanza, una antigua vecina vino a avisarnos de que Boby se encontraba llorando ante la puerta del que había sido su antiguo hogar, esperando a que le abriesen. De allí lo recogí emocionado: un viejo perro al que ya le costaba andar, y que no entiendo cómo pudo orientarse para encontrar el camino, pues nunca habíamos hecho a pie con él los pocos kilómetros que separaban un lugar de otro. Hasta que falleció, nunca dejó de intentar volver a repetir la aventura.
Así que puedo entender a Canelo, aunque los hechos que van a conocer superan con mucho cualquier expectativa. He aquí su historia, tal y como me la contaron.

Canelo

Ciudad de Cádiz (España). La más vieja ciudad del Occidente Europeo. Fundada por los fenicios hace más de 3000 años. Allí se encuentra el Hospital Puerta del Mar, hospital de la Seguridad Social, conocido popularmente como "La Residencia". Delante de su puerta vivió durante 12 años un perro, "Canelo". ¿Qué hacía allí? Esperaba a su dueño, un gaditano, que doce años atrás acudía al centro sanitario a practicarse la Diálisis a diario, y en la puerta del hospital lo dejaba y le decía a su fiel compañero: "Espérame aquí, amigo mío".

Cuando su enfermedad le obligó a ser ingresado en dicho centro, Canelo lo esperó en la puerta, pero el dueño no pudo regresar, pues allí falleció. Desde entonces, Canelo se convirtió en la encarnación de la fidelidad canina, pues esperó durante todo ese tiempo la salida de su amo. Su caso tuvo revuelo internacional ya que apareció en muchos periódicos y reportajes, incluso en la BBC.
Allí, en esa puerta, acabó sus días nuestro héroe. El fiel "Canelo" se quedó en la puerta y no hubo forma humana de moverlo. Fijaba su mirada perruna en todas las personas que salían, esperando ver a su compañero, a su amigo, pero en vano. Así durante 12 años, escribiendo la historia de amor, de amistad, de las más hermosas que se conocen entre un animal y un ser humano. No volvió a oír más sus palabras, no volvió a sentir nunca más sus caricias. Pero en su memoria quedó para siempre el "espérame aquí, compañero". Y permaneció fiel, sin desmayo durante 12 largos años, solitario, abandonado, esperando que se produjera un milagro y volviera su "amigo".
Un día, se recibió en la perrera municipal una denuncia de un ciudadano sobre un perro abandonado en la puerta de un centro sanitario y del peligro que suponía para la salud pública. El perro fue cazado y llevado a la perrera, antesala de la muerte canina. Entonces se movilizaron los trabajadores de La Residencia, los amantes de los animales y medio Cádiz encabezados por AGADEN (Asociación Gaditana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza) en defensa de la vida y la libertad de "Canelo" Consiguieron el indulto, pues el teniente de Alcalde de Sanidad del Ayuntamiento de Cádiz firmó un decreto perdonándole la vida.
Probablemente sea el primer caso de indulto de un perro vagabundo conseguido por la presión popular. AGADEN lo adoptó, lo vacunó y le arregló los papeles para que dejara de ser un perro vagabundo, un indocumentado y aunque se le buscaron varias familias que lo acogieron, "Canelo" siempre escapaba una y otra vez y volvía a su lugar de espera, sin desmayo, vigilando día y noche la puerta del Hospital en espera de su amo y amigo.

La gente lo cuidó y le dio de comer como si "Canelo" fuera suyo durante todos aquellos años. No fue un perro sin amo, fue el perro de todo Cádiz, que lo quiso y lo adoptó como algo propio. Televisiones de varios países pasaron por la ciudad a contar la historia de este singular animal. De Estados Unidos llegó una caseta de perro como donación para que fuera el hogar de "Canelo" pero las ordenanzas prohibían su instalación a la puerta del Hospital por lo que siguió siendo un "sin techo". El 9 de diciembre de 2002, el fiel "Canelo" dejó de esperar. Fue atropellado por un auto que se dio a la fuga.
Unos dos años después, por iniciativa de AGADEN, con el visto bueno del Ayuntamiento, la asociación protectora de animales y las federaciones de vecinos 5 de Abril y Cadice, se decidió darle su nombre a una calle peatonal que el animal frecuentaba. En el mismo callejón se colocó una placa de bronce con el torso en relieve del animal, conmemorativa de este acto de fraternidad, fidelidad y amor entre hombre y animal.
¿Hasta donde puede llegar la fidelidad y la inspiración humana?... Simplemente hasta donde cada uno de nosotros queramos.








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