viernes, 11 de abril de 2008

EL BRINDIS


“Amigos. Amigas: Los que me conocen saben que es algo excepcional verme presente en una boda. Estoy en contra de que el amor entre dos personas se vea condicionado por ningún tipo de contrato. Ni civil, ni mucho menos religioso. Así que no sería el más indicado para pronunciar panegírico alguno sobre la ceremonia que hoy estamos viviendo, si no estuviese dispuesto a dejar de lado al menos durante un rato los principios, para compartir la felicidad de dos seres humanos a los que quiero de verdad.
Y en este caso, no he albergado ninguna duda. Cuando me dijeron que se casaban este sábado en las oficinas del Ayuntamiento, a los principios los mandé a tomar viento fresco, porque no podía dejar de participar en este acontecimiento, y más aún cuando me designaron la responsabilidad de decir unas palabras durante el mismo.
Hoy para sentirme feliz, sólo necesito compartir su alegría. Me siento un privilegiado por hacerlo. Lo cierto es que esta podría ser una boda corriente, pero creo que expreso el sentir de todos, cuando digo que es especial. Y lo es porque supone una medalla a una carrera larga y llena de obstáculos, la mayoría colocados a posta por quienes no ven más allá de su retrógrado ombligo. Especial porque a uno de los contrayentes le hubiese gustado casarse en una iglesia, pero en la que llaman Casa de Dios también hacen uso del derecho de admisión y le han cerrado la puerta con un desprecio que dice mucho de su sentido de la solidaridad y la comprensión. Especial porque hoy se casan dos amigos que nos han demostrado el poder del amor, y a muchos todavía hoy los ojos se les salen de las cuencas cuando ven a dos personas del mismo sexo expresando ese sentimiento.
Pero también es especial porque no podemos evitar echar la vista atrás y pensar en el sufrimiento y el dolor que esta sociedad ha causado a los que desprecia por ser diferentes. Especial porque aún hoy en día, son muchos los lugares donde algo tan hermoso puede ser causa de ultraje, y hasta de cárcel. Especial porque con nuestra presencia contribuimos a arar un surco de esperanza para los que buscan una vida de normalidad; y nos solidarizamos con los que nos han dado una lección de lo que es arrinconar la cobardía y luchar para que los sueños tengan un hueco en la realidad de nuestra vida, cosa que muy pocas personas pueden decir.
Especial, en suma, porque los verdaderos protagonistas de esta historia son de una calidad humana admirable y resultan un bálsamo para tanta ceguera afectiva y corazón vacío. Especial, por encima de todo, porque son mis amigos, y me alegro de todo corazón de verlos así de contentos. Se lo merecen. Por Juan y Enrique... Brindo por ellos y por su felicidad.”

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