miércoles, 12 de marzo de 2008

DUALIDAD

Imagen: Abu Grahib, de Fernando Botero
Estaba orgulloso de su trabajo. Los que anteponen sus emociones y los miserables intereses individuales por encima del Supremo Valor de la Patria nunca podrían entenderlo. También a él le habían asaltado dudas, pero intuía que sólo era un peón en un juego demasiado importante como para llegar a asimilarlo en su justa medida. Así que había que limitarse a cumplir las órdenes escrupulosamente, y llevar a cabo la tarea encomendada con la determinación del héroe. Cuando las jornadas se alargaban y el agotamiento físico y mental hacía acto de presencia, se aislaba del entorno pensando en la niña de tres años que le esperaba en casa: En brindarle su cariño, en los juegos que acompañaban al ritual del baño, en contarle el cuento antes de arroparla y darle el beso de buenas noches...
Ella era también una razón poderosa. Había que salvarla de los canallas que estuvieron a punto de hundir al país en la miseria moral y económica. Era entonces cuando más se aplicaba con las torturas: No descansaría hasta borrar a los traidores del mapa.
Tampoco entendió sus razones el tribunal que lo juzgó años después por Delitos contra la Humanidad, ni su hija tan querida, al enterarse que cuando aún era un bebé había sido arrancada de los brazos de sus auténticos padres, antes de que desaparecieran para siempre.
A las abuelas de Plaza de Mayo: Mi admiración y respeto

3 comentarios:

CRO dijo...

Paso rapidito y sin tiempo de un comentario sobre tu entrada, pero quiero que sepas algo... hoy te compré algo y dentro de poco te lo voy a enviar... :)

besos. extraño nuestras charlas por msn.

CRO dijo...

Si... habría que borrar a los traidores del mapa, malditos insectos. Pero mas bien tendrian que borrarse solos, porque borrarlos es mancharse a uno mismo y solo es veneno irreversible para el alma.

Pacogor dijo...

Me pregunto si le habré dado al relato el sentido que pretendía. Para mi resultaba evidente que estaba describiendo a un monstruo. Aborrezco con toda mi alma la tortura, pero el personaje del torturador siempre ha despertado interrogantes. ¿Se comportará las veinticuatro horas del día como el sádico sin sentimientos que es, o logrará conjugar ese aspecto de su personalidad con el de una persona normal en su ambiente familiar? Podrá ser esposo y padre cariñoso y sangriento torturador a la vez?
Esa dualidad es la que quise mostrar en el relato.
Para que no hayan dudas, añado un final que en determinados países latinoamericanos se está viviendo ahora mismo...