jueves, 27 de marzo de 2008

DESAPARECIDO


Una semana después de haber desaparecido, los carteles con la imagen del niño estaban por todas partes; pero la policía aún no había descubierto pista alguna que llevase un poco de consuelo a su desesperada familia. La madre repetía constantemente a quien quisiera oír los pormenores del suceso, que a todos les parecía inexplicable: Resultaba aterrador pensar que un hijo no podía encontrarse a salvo de la maldad del mundo, ni siquiera dentro de las paredes del propio hogar. La crónica de los hechos se comentó reiteradamente en los informativos. Nadie entendía como un niño puede desaparecer de su cama sin dejar rastro, y sin que sus padres llegasen a enterarse. Fueron cinco minutos, el tiempo que medió entre que su madre lo arropó llegada la hora de dormir, y se acercó a la cocina para acercarle un vaso de leche con miel bien caliente, pues le ayudaba a conciliar el sueño.
El informe oficial no aportó datos transcendentes. Hubo interrogatorios e interminables sesiones de búsqueda de pruebas, que aseguraban que las ventanas no habían sido forzadas y todo en el cuarto estaba en su sitio. Nadie escuchó ruidos. El misterio se acrecentaba, puesto que un olor indeterminado y bastante desagradable permaneció flotando en el dormitorio durante un par de días. Nada de huellas. Ningún otro dato significativo. Tal parecía que se lo había tragado la tierra.
De las declaraciones de los padres, lo único que podía destacarse eran los terrores nocturnos que desde poco antes de la desaparición acosaban al pequeño. Éste hablaba de un ser monstruoso que se aparecía al poco de apagar las luces del dormitorio y amenazaba con llevárselo a una gruta que tenía en lo más profundo de La Tierra. Lo describía como deforme y malvado, con ojos como brasas brillando en la oscuridad. El niño temía que si alguna vez lo encontraba dormido, se lo llevaría a su guarida donde tendría todo el tiempo que hiciera falta para devorarle sus sueños e ilusiones.
Pesadillas nocturnas, fue la conclusión más razonable para los adultos que lo escuchaban. Pero es posible que existan cuestiones que se encuentran más allá de la razón, aunque nos neguemos a asumirlo. Sabemos que de pequeños todos hemos vivido episodios como ese: momentos en que temimos mirar a oscuras dentro del armario o debajo de la cama, intuyendo una presencia aterradora. Quién sabe. Puede que si buscamos en lo más profundo de nuestra memoria, encontremos la solución al enigma del niño desaparecido...

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