lunes, 31 de marzo de 2008

ANOREXIA


Era una niña feliz, a quien sus mejillas infladas y el grosor de su cuerpo le daban un cariz especial, saludable. Al principio creció ignorante de estereotipos y complejos, acumulando sueños y esperanzas día a día, embadurnada de cuentos de hadas y mundos mágicos...Ya de adolescente se miró un día al espejo y se vio diferente. Entendió miradas, comentarios y sonrisas llenas de reprobación a su paso. Lloró su soledad largo rato, repudiaba su imagen, se odió a si misma y se propuso cambiar aunque en el intento se dejase la vida.
La comida era su mayor enemigo. La perseguía a la luz del día y en la oscuridad de la noche, tentándola, contrarrestando sus propósitos de metamorfosis. Pero de una manera u otra conseguía huir, se escondía tras cualquier puerta, y sentada en el suelo con la cabeza entre las piernas, lloraba incansable por la cruz cada vez más pesada que se veía obligada a soportar. A veces lograba correr tan deprisa que conseguía perder de vista a su adversario.En el proceso, se negó a captar las señales de protesta que emitía su cuerpo. Cuando las piernas flaqueaban y debía concederle un capricho de supervivencia a su estómago, la culpabilidad la embargaba, la envolvía, encadenándola aún más al camino de la muerte, al que sin saberlo se acercaba a pasos agigantados.
Prohibió su reflejo en los espejos, y dejo de mirarse. Sus ojos mostraban cada vez un cariz más triste y hundido. La ropa comenzó a quedarle enorme, con lo que aumento la sensación de vergüenza, pues dejó de conocerse, se convirtió en una extraña en un cuerpo que ya no era suyo. Su rostro fantasmal, las huesudas manos, el cuerpo esquelético, la mirada ausente, la delataban. Pero le era imposible verlo, pues no podía arrebatarle a su mente enferma la primitiva imagen que tenía de ella. Su hermosa cabellera rizada empezó a morir, cabello a cabello, perdiendo el brillo que siempre tuvo, pero nada importaba, nunca era suficiente para frenar su caída.
Hasta que por primera vez tuvo un amigo. Alguien que atravesó con su mirada aquél cuerpo destrozado y la miró por dentro. Su alma estaba tan necesitada de amor, que por primera vez había algo más importante que la obsesión que la tenía atrapada. Como una niña pequeña se dejó llevar de la mano... Eso y la paciencia de sus padres consiguieron el milagro. No fue sencillo el cambio, ascender de aquél pozo tan profundo donde se desarrollaba su vida. Conoció de otros casos parecidos, algunos con un final mucho más trágico que el suyo. Tuvo suerte. Mucha suerte...
Con el tiempo ha conseguido reconciliarse con los espejos. Y aunque sabe que siempre arrastrará secuelas de aquellos años se infierno, se mira aún con timidez, de reojo, desnuda, y se acepta tal como es, aunque sabe que aún conserva una imagen distorsionada de si misma. Ahora los altibajos en el peso son mínimos, se alimenta con regularidad y ha empezado a realizar ejercicio con moderación. Lo más importante ha sido entender que los estereotipos son una trampa tras la que se esconden las ganancias económicas de unos pocos. Y que lo importante en los ojos de los demás es el amor que pueda leerse en su mirada.
Ha descubierto emocionada que existían las amigas. Que hay gente en la que se puede confiar y son capaces de quererla. Ese ha sido un paso gigantesco. Y tiene a su Ángel de la Guarda, que aún sigue a su lado, a pesar de haber tenido que soportar los cambios de humor, las lágrimas, y los silencios. No está muy segura de si se quiere más a si misma en estos momentos, pero sí que a él le debe volver a vivir. Ese amor que ahora siente la salva de cualquier peligro. No habrán recaídas: Se lo debe.
¿Y el futuro? Quién sabe, Pero es feliz sabiendo que hay esperanzas. En determinados casos, eso ya es mucho...

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