sábado, 2 de febrero de 2008

SAHARAUIS


Las nubes no se sienten
obligadas a llorar
cuando una flor se marchita
en el Sahara Occidental,
ni cuando enmudecen
los pájaros
y ceden a la represión
su himno a la vida.
Tampoco cuando hay huellas
de sangre derramada
en la memoria
y se apaga una estrella.
El deseo de vivir es fuerte
en los campos de refugiados,
pero no permiten
a sus vecinos demostrarlo
en la normalidad del día a día:
Si se dan la vuelta
verán el exilio en su tierra,
y el pasado les secuestra
su legítimo derecho
a un mañana en Libertad.
Pero los niños aprenden pronto
que, aunque los cantos del exilio
están forzosamente presentes,
la vida no debe malgastarse
entre lamentos
por el lodo de la injusticia.
Es más valioso cultivar la sonrisa
en el fragmento de infierno
donde los ha emplazado el mundo:
Así construyen su Patria,
mantienen en alto la esperanza,
para vergüenza de tantos
y el asombro de otros muchos.

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