domingo, 23 de diciembre de 2007

SOLO DE NAVIDAD


Lo peor de las fiestas eran las obligaciones, los compromisos sociales: Con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. Necesitaba urgentemente un cambio de aires y tomar un respiro para recargar las baterías del ánimo. Por eso había decidido reservar dos semanas de sus vacaciones para esas fechas y pensaba aprovecharlas perdido en algún lugar remoto para volver a la rutina ya con el año estrenado.
Decidió que sería en la montaña, algún sitio poco conocido donde pudiese oxigenarse con tranquilidad y sosiego. Buscó información y descubrió un pequeño pueblecito, donde en una casa rural ofrecían alojamiento y comida en Navidad por un precio casi ridículo. Así que llegado el momento metió lo imprescindible en el coche y partió con el ánimo exaltado de un chiquillo que se lanza a la aventura.
Fueron horas de relajada conducción, las masificaciones quedaron atrás y el paisaje fue cambiando hasta toparse con las primeras estribaciones montañosas. El frío del crudo invierno empezaba a hacerse sentir, y por la radio avisaban de la llegada inminente de una tormenta. Dudó en seguir adelante al recordar que al final no había comprado las cadenas para las ruedas, pero decidió correr el riesgo...
La nevada lo sorprendió en plena carretera de montaña, en un lugar apartado del mundo que desconocía por completo. Su preocupación aumentó unos cuantos grados cuando el vehículo comenzó a patinarle en cada curva, al mismo tiempo que soplaba cada vez más fuerte la ventisca, el termómetro bajaba en picado, y el frío se hacía sentir a pesar de tener puesta la calefacción a tope.
La cosa tenía pinta de ir para largo y empeoraba por momentos. Conducir en aquellas circunstancias comenzaba a ser un riesgo demasiado grande. Se arriesgaba a acabar tirado en alguna cuneta o quedarse bloqueado sin tener a quién recurrir porque hacía tiempo que no se veía un alma a la redonda.

- Genial – pensó, -esta va a ser una noche muy larga –

Tenía que tomar una decisión rápidamente, porque la cosa podría ponerse muy fea. Recordó que algunos kilómetros más atrás había entrevisto entre la nieve que empezaba a cubrirlo todo un pequeño camino que se adentraba en la espesura. Igual era el acceso hasta alguna casa de campo. Aunque no hubiese nadie, podría intentar entrar de alguna manera, y si lo hubiera, el problema quedaría definitivamente solucionado.
Con un suspiro resignado, dio la vuelta muy despacio. Decidió no internarse con el coche por aquella vereda, por si no daba a ningún sitio y encima fuese imposible dar la vuelta. Al abrir la puerta, la violencia de la tormenta le hizo estremecerse. Pero tras unos minutos de caminata obtuvo el premio de entrever la silueta de una vivienda. No se veían luces, pero valía la pena acercarse. En la puerta encontró un cartel que ponía:

- “Bienvenidos. Seguramente les habrá sorprendido alguna nevada. Todos los años pasa lo mismo. Nosotros estaremos fuera hasta Año Nuevo. Por favor, no rompan nada. La llave está debajo de la alfombra. Hay comida suficiente en la despensa. Sólo les rogamos que cuiden la casa y tengan la amabilidad de dejar algo de dinero como pago”. –

Aún sin haberse repuesto de la sorpresa buscó maquinalmente la llave, que encontró efectivamente donde la nota indicaba. Lo primero que distinguió al entrar y encender las luces fue un gran árbol de Navidad colocado cerca de la chimenea...

- ¿Es posible que aún quede gente así por el mundo? – Pensó. –Pues gracias a su generosidad creo que, después de todo, estas van a ser unas buenas navidades-

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