domingo, 23 de diciembre de 2007

FÍN DE AÑO


Mi amiga hablaba con voz muy queda, concentrada en si misma mientras yo llenaba de nuevo las copas con cava...

-No puedo evitarlo. Me gusta. Nunca me he atrevido a decírselo, pero sé que ella lo nota. El acuerdo no escrito es que somos amigas, pero hay entre las dos una duda sobre si aún nos faltase un último tramo de camino por recorrer... La siento tan cercana, algo invisible nos une. Sé que posiblemente sea una ilusión que nunca llegará a concretarse, quizás porque los límites de la amistad tienen sus reglas no escritas. Traspasarlas podría significar perder lo conseguido y me gusta demasiado la delicia que significa rozarnos con los ojos...-
Hizo una pausa. Tenía la mirada perdida. Tomó un sorbo de cava, suspiró, y continuó hablando:
-De todas formas, sueño con un beso. Algo para lo que imagino que nunca estará lista. ¿Crees que ella lo habrá pensado también alguna vez? Ninguna de los dos ha insinuado nada, ni en nuestras conversaciones ni en los gestos. ¿Se habrá sentido tentada por traspasar la frontera de lo cómodo y predecible? Posiblemente no: Tiene una vida organizada. Una familia. Ni por asomo valgo yo tanto como para ponerlo en riesgo ¡Hay, estas malditas dudas!... Si sólo sería un beso. ¿Tanta transcendencia puede llegar a tener a un acto tan simple?
-Ten cuidado – Le dije. – No siempre podemos controlar las consecuencias de nuestros actos. En realidad, casi nunca. Y tienes que pensar que hay dos eventualidades: El antes y el después. –
- No entiendo. Explícate mejor...
- Pues está claro: El antes, porque puede que baste sólo que le muestres claramente la intención de besarla, como para que te baje del pedestal de buena amiga donde estás ahora. Y el después, porque dos labios al juntarse hacen que broten fuerzas poderosas: Si descubre que tienes el poder de hacerle sentir cosas... Ten por seguro que eso es una fuerza incontrolable. De un sentimiento así, pueden surgir huracanes.
-¿Pero y si descubrimos que no nos importan las consecuencias? Ya sabes lo que pienso de este estúpido mundo de respetos, que son sólo miedos y temores. ¿Acaso no es mejor dejarse de monsergas morales que nos reprimen? ¿Y si necesita algo que la haga sentirse bien, y yo puedo dárselo?
- Ya. ¿Pero y si te das cuenta tarde de que malinterpretaste las señales y luego no bastan las disculpas? También tienes que contar con esa posibilidad.
-Lo sé, tío. De sobra que lo sé. Pero no me importa que la frontera esté llena de minas.
-Entonces creo que la cuestión está más clara de lo que piensas. Olvida la seguridad, despeja las dudas, y deja que lleguen las certezas. Caminarás durante unos segundos por el filo de una navaja... Sin saber lo que te espera al otro lado del abismo. Pero si dices que ella vale la pena, ¿qué mejor razón puedes tener para hacerlo? Brindemos porque el precio a pagar no sea demasiado alto.
-¿Por qué no? Al fin y al cabo, si la cosa sale mal, ya tengo a alguien a tiro para echarle la culpa. –
-Serás malvada... Ya te daré yo a ti culpas, capulla... –

Iniciamos un nuevo capítulo de aquellas supuestas peleas que tanto nos gustaban. Al fin y al cabo era Fin de Año, y se suponía que estábamos en la fiesta para divertirnos... La noté más relajada, como si el peso que la aplastaba se hubiese disuelto entre nuestras risas. Se la veía radiante, una belleza por la que cualquiera moriría.

-Tú sí que eres un amigo. ¿Qué haría yo sin ti? No entiendo como puedes tener tanta paciencia conmigo y mis neuras-

Evidentemente, no pude explicarle la razón. Yo sí que era un cobarde, traicionando por enésima vez los consejos que con tanta facilidad le daba a ella. Cada día me costaba más disimular mis sentimientos. Pero no sería justo. Sabía de sobra que no sería justo que los supiese... De nada iba a servir, dadas las circunstancias. Así que esperamos que sonasen las campanadas, y volvimos a brindar por el nuevo año, que para ella empezaba con nuevas esperanzas mientras que para mí llegaba con las mismas resignaciones de siempre.

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