sábado, 22 de diciembre de 2007

EL CUADERNO


Se fue despertando poco a poco. A medida que la claridad llegaba, se hacían realidad las siluetas de las cosas. Sabía que aún era pronto y estiró la mano. Allí estaba ella y se reencontró con su piel desnuda. La acarició suavemente sintiendo de nuevo la maravillosa sensación que sabía transmitirle...
La tarde anterior habían estado paseando por el parque, bajo el resplandor mágico de la iluminación navideña. Hablaron mucho, se contaron todo lo que aún quedaba por contar, y concluyeron transformar la tristeza en una conjunción final de pasiones. Allí, como regalo de despedida en las últimas fiestas que pasarían juntos, le regaló un cuaderno en blanco con una pequeña dedicatoria. Quiso que las páginas fuesen el símbolo de una nueva vida y se convirtiesen en el vínculo que les seguiría uniendo, si ella decidía usarlo para escribir sus historias, sus sueños, o incluso utilizarlo como una especie de diario.

-Lo que sea, mientras te sirva de compañía, mientras pueda convertirse en un instrumento que te ayude a combatir esa soledad que siempre sientes-.

Ella se lo agradeció con una sonrisa triste y una mirada tierna.Y ahora, mientras la sentía aún dormida, intentaba encontrar respuestas que se le escapaban por las rejillas del destino. Escuchó su respiración pausada y notó como sus labios somnolientos contestaron a su búsqueda de ternura. Aún no se había ido y ya sentía que la echaba de menos.
Se obligó a levantarse, y un rayo de sol acudió a saludarlo. Recogió su ropa, su pequeña maleta de viaje, y mientras su figura atravesaba la puerta se dijo que era mejor irse en silencio, para evitar la agonía de la despedida. Al cerrar supo que definitivamente le acompañaban un montón de recuerdos, que se acurrucarían en su almohada cada noche para hacerle muecas burlonas al olvido y acudirían prestos a su memoria cada vez que contemplase alguna foto de las últimas navidades compartidas.
Mientras se alejaba, sonó de fondo un despertador. Al momento escuchó pasos en el pasillo: La voz que tanto había amado pronunciaba su nombre repetidas veces. Efectivamente era ella que se acercaba rápidamente con el cuaderno en la mano. Se arrojó literalmente en sus brazos, mientras llorando le decía:

- Gracias, gracias, gracias…Y Feliz Navidad para siempre...-

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