martes, 23 de octubre de 2007

ISLA NEGRA


Ahora que comprendo
que la paz de espíritu es sinónimo
de la verdadera felicidad,
ansío alejarme
de las multitudes y las prisas,
conseguir un pequeño lugar
que acoja mis recuerdos
y unas pocas posesiones
para respirar tranquilidad.
Me levantaría temprano,
la primera mirada del día
sería a un horizonte
donde cielo y océano se unan.
Aromas de salitre
serán el perfume mañanero
al abrir las ventanas al mundo.
La vida transcurrirá con calma,
lo importante se convertirá en relativo,
habrá tiempo para pensar,
echar a caminar sin rumbo fijo,
encontrarme cada jornada
con la superficie del mar,
reconocerme en los libros
y estar siempre atento
por si aún tengo la suerte
de que las musas me visiten.
Es mi sueño más querido:
tener mi pequeño Paraíso.
Es un lugar, un estado de ánimo
y una oportunidad para conseguirlo.
Con el permiso del Maestro,
sería mi versión de Isla Negra.
Al fin y al cabo, el volcán
fraguó con ese semblante
la increíble belleza del Hierro:
Mis amigos tendrán allí su casa,
cuando quieran hacerme una visita.



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