martes, 4 de septiembre de 2007

SIETE PUÑADOS DE TIERRA


Guardo de ti lo que me diste:
siete puñados de tierra
y un trocito de mar,
que se han esparcido
por los rincones del corazón
cual tesoro arrancado
a las entrañas mismas
de arcanos misterios.
Estás en mí
con tus horizontes limpios,
la melancolía marina
y los incesantes contrastes:
Respiras en mis sueños,
camino con tus pasos,
te yergues en mi alegría
y muero cuando decaen
tus esperanzas.

Te recobro cada día
cuando asoma el frescor
de la brisa húmeda
y muestras con orgullo
los firmes símbolos
de mar y volcán
que llevas en la sangre:
Son siete puñados de tierra
con delicias de sal
y raíces de dulzura.
Transportas en los labios
el verdor que florece
escalando montañas,
arboleda que custodia
mis párpados de sueño.
Sobre la piel llevo
el sello de tus playas
y el sudor implacable
de la lucha constante
del hombre y los elementos.

Me anidas y te pueblo
en esa fusión de tierra y mar
en la que un día te convertiste,
y a la que llamaron Paraíso
sin saber de las llagas
que cegaron nuestra historia.
Contigo sé que el amor existe,
como el de un hijo agradecido
por la ternura materna:
Siete miradas llenan mis ojos,
siete piezas del puzzle
que encajan en un alma
de sur reseco y frescor norteño,
ya para siempre Archipiélago,
con acento y cadencia
eterna, gozosamente isleñas...


1 comentario:

Upe dijo...

Que digo yo que quién fuera isla...jejeje, qué comentario tan poco profundo...