sábado, 1 de septiembre de 2007

A PESAR DE TODO, ESTÁ LA ESPERANZA


Cuantas veces nos empeñamos sin remedio
en malgastar nuestro tiempo con relojes parados.
Deseamos regalos que nos llegarán del absurdo,
o caricias que vendrán con un interés envenenado.
Hay cosas que, simplemente, nunca serán nuestras,
y cuando parece que nos vienen bien dadas
olvidamos la vulnerabilidad de un corazón entregado.
La esperanza suele jugarnos malas pasadas,
se superpone a los futuros de ida y vuelta,
que acabaron siendo un enrevesado revoltijo
de ilusiones desechas en nuestro propio pasado.
Todo eso me decías cuando el mar eran lágrimas:
te contestaba que es mejor olvidar lo que nos lastra,
las cargas que ralentizan el impulso hacia delante.
Intenté que te desprendieras de los viejos mapas,
pero también que desoyeras los consejos cobardes
sobre ponerse a salvo con prudencia y sensatez.
Hemos de convertir los finales en principios,
porque a tu puerta tocarán otras oportunidades
para regalarte palabras con nuevas fragancias,
limar las aristas y limpiar las viejas cicatrices
que las heridas dejaron en los recovecos de tu alma.
Y mientras llegan las piezas para el nuevo puzzle,
la prioridad es mantener encendida una sonrisa.

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