lunes, 10 de septiembre de 2007

LA ASIGNATURA


Pobrecilla. Me da tanta lástima... En su inocencia, ella pensaba que en España iba a tener idéntica consideración que sus hermanas mayores, que desde hace tanto tiempo, han venido desarrollando su labor cívica en los centros de enseñanza de los países europeos más avanzados, como dicen que es España. Le habían contado historias maravillosas de cómo en esos países todo el espectro político defiende su existencia como asignatura y la consideran uno de los pilares del sistema democrático, pues ayuda a formar a los futuros ciudadanos en materias tan imprescindibles como convivencia, solidaridad, respeto, pluralismo... y al mismo tiempo aprenden a valorar distintas opciones de vida y un amplio abanico de creencias, todas ellas igual de aceptables mientras no atenten contra esos mismos valores que se han de defender a toda costa si hablamos de democracia.
Le habían hablado antes de su llegada de que a los españoles se les llena la boca cuando hablan de los conceptos que ella defiende, porque en su historia como pueblo no han tenido demasiadas oportunidades para degustar el sabor de lo que significa la libertad. Y que por ello mismo, están convencidos de ser un ejemplo para otros pueblos. Pero lo que no sabía es que aún existen reductos donde la libertad es un enemigo, o al menos una noción a matizar porque puede resultar muy peligrosa cuando se trata de los intereses de determinados colectivos. Esos mismos que colaboraron activamente con el poder dictatorial durante el régimen anterior, el que duró 40 años y que ellos defendieron a capa y espada.
Le ha dolido que la iglesia y alguna derecha mucho menos civilizada que sus homólogos europeos, hayan levantado una especie de cruzada contra lo que significa la asignatura que ella representa. No lo entiende. Esos mismos sectores son firmes valedores en otros lugares de su importancia como asignatura. Y le asombra la violencia verbal que emplean contra ella. Que aún no sepan lo que significa verdaderamente el liberalismo, a pesar de que se les llena la boca con esa palabra, mientras siguen inmersos en un vetusto clericalismo que tanto mal trajo a este país. Piensa que padecen de miopía democrática, que les impide entender que educar en valores es apostar para que la mayoría de esos futuros ciudadanos las pongan en práctica llegado el momento. Quizás esos mismos que con tanta radicalidad la critican, lo hacen porque consideran que la democracia es un bien moldeable, para ponerlo en práctica cuando interese. Resulta asombroso que en determinados círculos se argumente con tanta naturalidad que las leyes se aceptan y se cumplen si se está de acuerdo con ellas. Si no, pues... a otra cosa. Parecen no darse cuenta de que con actitudes como estas, se califican a si mismos. Han llegado a plantear semejanzas entre los contenidos de esta asignatura con los de aquél engendro franquista que llamaron Formación del Espíritu Nacional. Cuando el debate se plantea con semejante nivel de bajeza moral e intelectual, llega el momento de plantearse si tales rebaños no deberían ser los primeros alumnos que asistan a las clases de Educación para la Ciudadanía, y obligarlos a estudiar los derechos y deberes de las personas dentro de una comunidad, o el conocimiento de los principios de convivencia que emanan de la Constitución que sospechosamente defienden con tanto ímpetu en algunas ocasiones.

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