domingo, 30 de septiembre de 2007

EL BERGANTÍN MALDITO

Esta es una historia que merecería figurar en los anales de las novelas de aventuras y misterio. Incluso escritores como Conan Doyle y H.C. Wells se interesaron en su momento por ella. Pero lo que a continuación se narra es real. Quizás aderezado por detalles que la acción conjunta del paso del tiempo y la imaginación popular hayan podido aportarle, así como alguna licencia para darle un cierto valor narrativo. Pero los hechos ocurrieron, aunque pueda parecer increíble. Y en su momento, tuvieron un eco mundial.
Todo comienza en la madrugada del 5 de diciembre de 1872, en pleno Océano Atlántico, a 650 Km. al este de las Azores. El bergantín Dei Gratia, al mando del capitán David Reed Morehouse, navega a buen ritmo camino de Gibraltar, aprovechando que el mal tiempo de los días anteriores había desaparecido, para dar paso a una jornada que se presumía tranquila, excepto por una ligera niebla matinal. Entre las brumas, el oficial de guardia avista otro barco, que surca el mar con las velas completamente desplegadas. Le sorprende comprobar que sigue una línea de navegación en zigzag, nada coherente. Decide dar aviso al capitán.
Por si se daba el caso de que hubiera algún problema a bordo, Morehouse da la orden de acercarse. Comprueban el nombre del barco: La Mary Celeste. Un bonito nombre para un buque en aparente perfecto estado. Sorprendentemente, no parece haber nadie a bordo. Ni siquiera al frente del timón. Un aura de misterio parece rodear a la sigilosa nave.
El capitán del Dei Gratia decide echar al mar un bote y enviar cinco hombres al mando de su primer oficial, Oliver Deveau, para investigar. El silencio les recibe. No encuentran ni un alma a bordo. Tampoco hay señales de violencia. La única excepción a la normalidad es que el único bote salvavidas ha desaparecido, como si algún suceso extraordinario hubiese obligado a la tripulación a abandonar el barco, aunque sin razón aparente. En la despensa hallaron víveres para otros seis meses. Hay restos de comida, colocados con orden en la mesa del comedor. Ningún objeto caído por los suelos. La ropa y el dinero están colocados en sus sitios correspondientes...
Dan las novedades al capitán, que solicita instrucciones por cable. Reciben la orden de llevarlo a Gibraltar. La sola idea de pasar varios días en aquél barco, estremecía a los tripulantes del Dei Gratia. Sólo el anzuelo del reparto de las ganancias que obtendrían por el rescate decide a unos cuantos a cambiar de navío y se forma una tripulación provisional, que pone rumbo al Peñón. Allí, se inicia la investigación del caso.
La Mary Celeste tenía una historia bastante agitada, y una bien ganada fama de mala suerte: Construida en 1861 en los astilleros de Spencer’s Island, Nueva Escocia, era el primer navío que sacaba adelante un consorcio de astilleros navales. Fue bautizada originalmente como la Amazon y las tragedias comenzaron incluso antes de iniciarse el viaje inaugural: El que iba a ser su primer capitán, el escocés Robert McLellan, cayó enfermo y murió antes de hacerse a la mar. Le sustituyó un tal John Nutting Parker, que tampoco tuvo mucha suerte, pues durante la primera singladura la nave se enredó en unos aparejos de pesca cerca de Maine, tuvo daños en el casco y hubo de volver a los astilleros para ser reparada. Allí mismo sufrió un incendio, que le costó el puesto al capitán. En su primera travesía del Atlántico, llegó a chocar con un pesquero. El 10 de Junio de 1864, otro de sus comandantes muere ahogado en el puerto de Boston. En 1856, el barco encalla cerca de Kay West...
A partir de entonces, la historia se vuelve confusa. Los marinos son gente supersticiosa, y el bergantín empieza a tener mala fama. Pasa de armador en armador, sin que ninguno logre recuperar la inversión que supone su compra, hasta que en 1867, a la vuelta de un viaje a Inglaterra, vuelve a naufragar a la altura de la isla de Cap Breton: Choca contra una goleta, a la que acaba por hundir. Finalmente llegó a las manos de J. H. Winchester & Co., consorcio de armadores de Nueva York. A esas alturas, el Amazon ya no se parecía en nada al barco original. Había sido agrandado, llevaba los colores norteamericanos y se llamaba Mary Celeste: Se había convertido en un bergantín goleta de 30 m de eslora por 7,6 de manga y desplazaba 286 toneladas.
Finalmente, en 1872 sobreviene el drama que acabaría por hacerle célebre el todo el mundo...
Los periódicos habían tenido ya noticias de lo sucedido. Las primeras planas de los diarios se llenan de referencias sobre el tema. Mientras tanto, se van conociendo los detalles de la investigación que llevan adelante las autoridades judiciales. Se sabe que, además de haber desaparecido los botes salvavidas, tampoco se encontraron a bordo el sextante, el cronómetro y los libros de navegación. Había una cierta cantidad de agua acumulada en las cubiertas inferiores, pero sólo se encontró una tajadura reciente, como de dos metros de largo a la altura de la línea de flotación, que no suponía ningún peligro para navegar normalmente. Otro misterio era el hecho de que seis ventanas de los camarotes de popa habían sido clausuradas con tela y tablas de madera. Las anotaciones del cuaderno de bitácora se detienen el 25 de noviembre, lo que indica que el barco anduvo a la deriva durante diez días, recorriendo 500 millas. Se encontraron también rastros rojizos en la borda, pero se comprobó que se trataba de óxido.
En otro ámbito, se intentaron reconstruir en lo posible los hechos: El bergantín Mary Celeste había partido de Nueva York el 7 de noviembre de 1872 rumbo a Génova, con una carga de alcohol industrial, destinada a agrandar la graduación alcohólica del vino, repartida en 1700 toneles. Viajan con el capitán Benjamín S. Briggs su mujer y su hijo, que han decidido acompañarlo. La tripulación la componen 7 marineros. El diario de a bordo no indica nada anormal. La última anotación del diario de a bordo, el 24 de noviembre, indica la llegada a las Azores y que la noche posterior había tenido mal tiempo... En una pizarra del puente donde se anotaban las posiciones del barco, se indicaba que el día 25 se encontraba al nordeste de la Isla de Santa María. Ninguna noticia más, hasta que es avistado desde el Dei Gratia.


Se realizaron numerosas hipótesis para explicar lo ocurrido: La Oficial, del procurador que llevó el caso, habló de una sublevación de los tripulantes, que supuestamente habrían asesinado al capitán y su familia, rozado con unos arrecifes para simular un accidente, y abandonado el barco en los botes salvavidas. Pero al no haber señales de violencia, pocos hicieron caso.
Por los mismos motivos, tampoco convenció la historia de un ataque de piratas. Otras explicaciones más pintorescas surgieron de las mentes de los periodistas: Enfrentamiento con un calamar gigante, una posible epidemia a bordo, un envenenamiento masivo, un episodio de locura colectiva... Incluso se llegó a sospechar de una conspiración de los comandantes de los dos barcos para hacerse con el premio del salvamento: En realidad, la tripulación del Dei Gratia sólo recibió 8528 dólares, la quinta parte del valor del cargamento.
El tiempo fue pasando, y la historia se convirtió en leyenda. Una de las más conocidas entre la gente del mar. Leyendas que hablan de barcos fantasmas que surcan el océano, de tripulaciones que desaparecen sin motivo aparente...
La Mary Celeste, una vez reparada se hace de nuevo a la mar. Pero ahora ya no le abandona la aureola de barco maldito. Cambia de dueño 17 veces intentando escapar a su reputación. Su desaparición definitiva no desmerece del resto de la historia: En enero de 1885, el último capitán, G.C. Parker, la arroja contra unos arrecifes en Haití, buscando cobrar el seguro. Acusado de “Crimen de Baratería”, es arrestado, pero fallece antes de comparecer ante la justicia. Y mientras los restos del buque desaparecían, la Leyenda del Bergantín Maldito no había hecho más que empezar...

2 comentarios:

Caminante del Cielo dijo...

He llegado a tu blog. y me ha encantado!
me peirdo entre las historias, las fotografías y los poemas.

te mando un afectuoso saludo desde Chile.

Pacogor dijo...

No tienes por qué perderte: Basta con desearlo para que este pequeño rincón de la red se convierta en tu casa. Esa es la idea, que no sea de nadie y a la vez pertenezca a todos los que se identifiquen con él.
Gracias por el afecto. Procuraré devolverlo con creces.