lunes, 20 de agosto de 2007

SEISMOS

Dos terremotos han sacudido en estos últimos días los principales titulares de las noticias. Uno se refiere al movimiento sísmico que ha asolado Perú. El otro ha tenido lugar en las entrañas del sistema financiero internacional y está haciendo sudar de lo lindo a analistas financieros, economistas e inversores que parece van a recordar durante mucho tiempo los calores especulativos de este agosto. Desde mi óptica de humilde hipotecado hasta las cejas e insumiso consumidor, he intentado entender las razones de lo que mi siempre admirado Antonio Álvarez de la Rosa ha calificado como Bancomoto, pero les aseguro que es mucho más sencillo entender las causas, naturales o no, que han dado como resultado el dolor que ahora mismo está atravesando la espina dorsal del pueblo peruano.
La esencia de lo que está ocurriendo en el sistema bursátil se debe a lo que empieza a conocerse como “las hipotecas basura”. Una vez que captas el hilo de la cuestión, es muy sencillo: Los bancos deciden en un determinado momento prestar dinero a muy bajo interés para hacer caer a una gran cantidad de población en la trampa de las hipotecas, lo que hace que entren en el mercado de la compra-venta de viviendas. La mayor demanda ocasiona una subida artificial de los precios y las consiguientes ganancias desmedidas de constructoras y los propios bancos. Pequeños inversores acuden también como moscas a la miel de adquirir segundas y terceras viviendas buscando aprovecharse del boom, pero nadie habla del previsible final de la historia.
Todo ha sido posible por los bajos intereses del momento. De repente empiezan a subir y las familias que han puesto sus esperanzas en adquirir una casa a precio razonable se encuentran con que la hipoteca engorda sin parar el capítulo de gastos mensuales, acabando por ahogar sus bolsillos. El mercado inmobiliario se resiente y termina afectando al pequeño inversor, que ve como se evaporan las expectativas de obtener una aceptable rentabilidad a su segunda o tercera vivienda. Ya sé que algún economista sonreirá ante los razonamientos de un neófito en estas cuestiones, pero terminologías aparte, la esencia de lo que está ocurriendo es esa. Bueno, en realidad falta una última cuestión: La de los que nunca pierden, porque el capitalismo ha perfeccionado mucho la usura. Hablar de crisis refiriéndose a los bancos no deja de ser una cuestión en los límites de la decencia cuando se leen estadísticas que nos informan de que en los últimos años han obtenido un 300% de beneficios mientras que nuestro poder adquisitivo va directo a ultratumba. Pero como esa cuestión queda oscurecida ante “la dimensión de la crisis”, los Bancos Centrales inyectan miles de millones en el sistema para que no se derrumbe. Y que siga la fiesta. Por cierto, ¿ese dinero es privado o público? Pregunta capciosa, que dirían algunos.
De estas cosas o se habla muy poco, o se hace en términos que al común de los mortales le suenan a chino. No interesa que el ciudadano conozca los mecanismos e intereses que acaban por afectarle seriamente al bolsillo. Y si a eso le sumamos que los mecanismos anestesiantes se han perfeccionado muchísimo últimamente en los medios de manipulación informativa, podemos hacernos una idea bastante cercana a la realidad de lo que nos acontece.
Lo fundamental en determinadas esferas es esconder la lógica malvada del sistema. Que el gran público quede al margen del precio a pagar por los logros maravillosos del capitalismo, de las reglas de su maligno juego. Nos tapan la mente y la boca con palabras como democracia, derechos, elecciones... Claro que decidimos quiénes nos gobiernan, pero ocultas entre organismos como el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial se encuentran las manos que aprietan sin piedad el nudo de la soga que la humanidad tiene en torno al cuello. Y a ellos no los elegimos nosotros.

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