miércoles, 4 de julio de 2007

LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA Y LOS OBISPOS


La Conferencia Episcopal Española y los sectores afines (El señor Rajoy ha llegado a utilizar términos como Libro Rojo de Mao) ya tienen nueva cruzada. La Iglesia Católica es una organización privilegiada en este país. Su relación con el Estado se ampara en unos acuerdos firmados en la etapa predemocrática (el Concordato) que le permite financiar sus actividades con dinero de todos, o contratar y despedir a su libre albedrío a los profesores de religión en los centros de enseñanza públicos. Pero la voracidad de los Obispos españoles no parece tener límite. La lista es grande: El matrimonio entre homosexuales, las células madre, los anticonceptivos, la religión católica como asignatura obligatoria, la eutanasia (ya sea pasiva o activa)... Y, ahora mismo, el llamamiento a los padres para que ejerzan la desobediencia civil e impidan que sus hijos reciban en escuelas e institutos la nueva asignatura obligatoria denominada “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos”. La oposición está siendo tan radical, que mueve a descifrar los contenidos didácticos para tener claro el terreno que pisamos: Se centran en la práctica del diálogo y el debate, el estudio de la Constitución, así como en principios básicos de convivencia como el respeto, la tolerancia, la igualdad entre sexos, la justicia, la paz, la sexualidad, o la crítica de las violaciones de los derechos humanos. Como ven, lo escandaloso no es que se pretenda implantar una asignatura con tales contenidos, sino que no la hubiera ya desde hace tiempo.
En realidad, la oposición de los obispos españoles va por otros derroteros. De lo que se trata es de no haber aceptado la separación entre Iglesia y Estado, algo por otra parte ya superado en los países europeos socialmente avanzados, donde el laicismo es aceptado por la misma Iglesia. Pero la jerarquía católica española tergiversa los términos, confundiendo laicismo con anticlericalismo cuando son dos conceptos opuestos. Los fundamentos del laicismo son que el Estado ha de ser neutral en materia religiosa y la religión no ejerce poder político; o lo que es lo mismo, la separación entre el ámbito privado de las creencias y el público de los derechos. El anticlericalismo es otra cosa: Es oponerse radicalmente al hecho religioso y prohibirlo, llegado el caso. Confundir las dos cuestiones es simplemente, un ejercicio de mala fe.
Por otra parte, no es de extrañar viniendo de una Iglesia que no ha reconocido su complicidad con la dictadura, ni el hecho de que dictaron la moral social de este país durante 40 años. Y en esa línea siguen, porque otra de las críticas que se le hacen a la asignatura de marras es que unos funcionarios públicos se vayan a encargar de educar a los alumnos sobre cuestiones relacionadas con la moral. Como si alguien tuviese la exclusiva en esa materia y sólo pudieran hacerlo los que hayan pasado por un seminario. Que se vayan dejando de monsergas: Es innegable que Europa tiene una raíz cristiana, pero desde hace dos siglos la significación de este continente en el mundo se apuntala en los valores de la Ilustración, en el convencimiento de que la libertad de pensamiento es la única manera de tener ciudadanos libres. Que ese concepto se haya convertido en asignatura es para celebrarlo. Estaremos sembrando para un futuro de convivencia en el que primen valores como los derechos individuales, el respeto y la solidaridad. Lo demás es pura cerrazón eclesiástica. Y la verdad es que ya empieza a cansar.

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