sábado, 12 de mayo de 2007

UN ALMA SOLA, microcuento escrito por mi hija cuando tenía alrededor de 10 años

Permítaseme la pequeña gran vanidad de pensar que de casta le viene a la galga. Repasando papeles viejos, apareció una vieja historia escrita por mi hija Altea. No recuerdo bien la edad, pero debía tener aproximadamente unos diez años cuando lo hizo. Por esa época, todo lo que escribía tenía un tono bastante oscuro. A saber de donde habrá heredado esa tendencia. Seguro que se enfadará conmigo por publicarla. Ahora, con diecinueve años, piensa que es una tontería escrita por una chiquilla, pero a mí me gusta. Es una pena que no cultive más esta faceta, pero quiero creer que todo se andará. Al fin y al cabo, el padre empezó mucho más tarde. Así que me arriesgo a llevarme la bronca del año. Espero que valga la pena. Se titula “Un alma sola”. Dice así:

-¿Qué pasaría si saliera de aquí?- me pregunto mientras observo en silencio a mi superior hablando con uno de sus vasallos. Al mismo tiempo intento recordar cómo era la vida y el por qué de este eterno sufrimiento, pero ha pasado tanto tiempo que, aunque me esfuerce casi no puedo recordarlo.
Mi mundo actual está lleno de lágrimas y es un enorme vacío. Reír es condenarse a ser el alma más atormentada de cuantas hay aquí, aunque a veces me pregunto si no lo soy ya... Me arrepiento de tantas cosas, pero ya no está en mis manos remediarlo. Tuve un mundo lleno de oportunidades, pero era tan egoísta que los demás no importaban y acabé por hacerles daño a ellos y a mí mismo. Y lo siento. Ahora comparto mi sufrimiento con la nada, o lo más terrible de todo: Con el temible Dios de las Entrañas de la Tierra, tan orgulloso de su espantosa labor como un león después de una cacería. Y a la vez entristecido, pues su dominio sólo se suscribe a la maldad.
Es poderoso, posee un ejército, pero de almas tan perdidas como su propio corazón. No puede conocer lo que es el amor, porque la gente que merece la pena está muy lejos del alcance de su mano. Y sin amor, es imposible cambiar el ciclo de tristeza y dolor en que estamos sumidos sus súbditos. Hemos olvidado cómo se ríe, lo que es una sensación agradable, sentirnos bien espiritualmente.
Por desgracia, aquí seguiré por siempre y un mínimo consuelo que tengo es poder desahogarme con estas palabras, escritas con la sangre de mis venas, que han brotado gota a gota de un corazón frío como el hielo.
Espero no perder la esperanza de poder salir de aquí algún día. Cuando ni eso me quede ya, la eternidad se me va a hacer muy, muy larga...

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