sábado, 19 de mayo de 2007

DICEN QUE ALLÍ


Dicen que no muestran los muertos,
ni los rostros bañados en lágrimas
o los cuerpos mutilados entre los escombros.
La guerra dejó de ser un acto memorable
(también eso era mentira).
Ya no entrevistan a los osados generales,
que hablaban de alcanzar los objetivos
con el despego del que comenta
una fría cuenta de resultados.
Las cosas han cambiado desde que El Jefe,
ese inútil peligroso,
se atrevió a proclamar la victoria.
Dicen que no enseñan los ataúdes
que, cubiertos con tristes banderas,
regresan con su carga irreparable.
Que procuran esconder a los heridos,
una evidente molestia
porque son la muestra palpable del fracaso.
Y la poesía es un trazo de ira desatada
cuando imagina una pareja
que busca un resquicio de esperanza
escondida tras la puerta de su casa,
se acaricia entre el estruendo de una bomba
amortiguada con el temblor de sus suspiros,
para olvidar el miedo por un instante,
ansiando algún respiro de cariño y deseo,
buscando algo de vida entre tanta destrucción.
Y la poesía es un conato de furia desbordada
cuando percibe una familia
con una vida tranquila en un pueblo apacible,
que ve como su existencia se derrumba
al recibir un telegrama que habla de muerte,
la constatación de no volver a ver la sonrisa
del hijo, el marido, el padre amado
sin entender la sinrazón de la tragedia.
Dicen que allí han decidido no mostrarlo:
Repugna tanta sensibilidad y delicadeza.

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