domingo, 6 de mayo de 2007

CUIDADO CON EL ALCOHOL, SR. AZNAR


Movería a risa, si no se tratase de un tema tan serio. Se pudo comprobar tan sólo un par de días después: Una pareja que viajaba en moto falleció arrollada por una automovilista que dio positivo en el control de alcoholemia. Quizás pueda parecer demagógico por mi parte, pero la indignación y la vergüenza ajena se lleva mal con las demagogias. Empiezo a estar un poco harto de las salidas de tono de D. José María Aznar. A estas alturas ya imaginarán a lo que me refiero: Al calor de los efluvios del vino y quizás alterado su equilibrio emocional por lo agradecido que se sentiría con los bodegueros de la Ribera del Duero a causa del homenaje que le brindaban (nunca mejor dicho), dejó a todo el mundo asombrado criticando las medidas de control de velocidad y alcoholemia en las carreteras.
Resulta inadmisible que todo un ex-presidente del gobierno y actual Consejero de Estado se mofe de algo tan serio como lo hizo. Mejor no plantear la cuestión de la sensibilidad para con las víctimas de la conjunción de coche y alcohol. Ese sentimiento no puede exigírsele a alguien que no ha mostrado el más mínimo arrepentimiento por las consecuencias una guerra injusta que apoyó con entusiasmo. De lo que se trata es de la responsabilidad que ha de tener una figura pública tan importante en la labor pedagógica de elevar nuestro civismo.
Personalmente, no creo en que las medidas coercitivas ayuden demasiado a bajar las terroríficas cifras de afectados por accidentes en las carreteras de nuestro país. Ni la publicidad, ni el carné por puntos ayudarán mucho en este sentido. Aún resuenan demasiado en nuestros genes esas actitudes chulescas que nos llevan a despreciar las normas y saltárnoslas cada vez que podemos. Por eso considero que es más importante aún la influencia que determinados personajes pueden llegar a tener en los comportamientos de la ciudadanía. En ese sentido, Aznar acaba de desvelar las esencias patrias de la España de siempre en la Academia del Vino de Valladolid. Manifestó similar insolencia a la que algunos muestran en la barra de un bar cuando presumen de hacer lo que les venga en gana y se mofan del peligro que supone mezclar el volante y la bebida. Mucho más allá de la ideología que uno lleva en la mochila, nunca puede olvidar la función que ejerce, la capacidad de influir sobre los demás que su posición social le otorga. En la calle podemos criticar y hasta vilipendiar las normas. Muy distinto es reírse en una tribuna de los muertos y heridos que cada semana se cobran nuestras carreteras. Perdonen la malicia, pero me pregunto si se tomaría también este asunto a broma cuando el Consejo de Ministros aprobaba las campañas anuales de concienciación de conductores que la Dirección General de Tráfico nos presentó durante la duración de su mandato como Presidente.
Es que algunos no saben beber, eso está claro.

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