jueves, 29 de marzo de 2007

MI VIEJO AMIGO: MI HÉROE

Se acerca una nueva época de elecciones. Los partidos disponen estrategias, la maquinaria está a punto, calienta motores la campaña para captar el voto. También se escuchan voces llamando a la abstención, criticando este sistema imperfecto que llamamos democracia... No es que el resto del tiempo lo mantenga en el olvido, pero es especialmente en momentos como estos cuando me acuerdo de él. Me hizo partícipe de su historia cuando un día, aquél anciano tan callado, decidió tomarme como confidente. Quizás fue el momento, la emoción que nos embargaba a todos por lo que estábamos celebrando, pero me dio una lección impagable sobre el coraje, el amor a la libertad con mayúsculas, el compromiso llevado a sus últimas consecuencias, que nunca he podido olvidar. Lo más asombroso es que lo narraba como algo natural, no había en sus palabras ni un signo de orgullo, sino más bien la resignación del que ha sido atrapado por los vaivenes de la historia, de unos tiempos turbulentos que le tocó vivir y que le arrastraron sin remedio.
Estábamos en los finales de la década de los setenta. Se preparaban las primeras elecciones municipales en España después de la caída de la dictadura. Ya se habían celebrado las generales y aprobado una nueva Constitución que levantaba esperanzas de cambios definitivos en este país. Yo lo vivía con la fuerza que da la juventud y la certeza de que estábamos haciendo algo importante, construyendo un futuro muy diferente para todos. Vivía en una barriada situada en las afueras de la capital y lo que ahora denominamos equipaciones sociales era una mera entelequia. Pero habíamos constituido una Asociación de Vecinos y desde allí, con paciencia, fuimos cambiando la imagen del barrio, intentando al mismo tiempo afianzar un sentimiento de solidaridad vecinal que contribuyera a mejorar la convivencia.
D. José era un señor mayor, rayando ya la ancianidad, que destacaba por su seriedad, la pulcritud con que siempre se vestía, un aire a lo Rafaell Alberti que le daba su melena blanca y el acento venezolano en su voz. En mi ardor adolescente, pensaba que la rebeldía y la lucha eran patrimonios de la juventud, identificaba a los mayores con la dictadura o, en todo caso, eran conservadores y estaban bajo sospecha, porque serían refractarios a los cambios. El contacto con aquél viejo que durante poco tiempo fue mi amigo, me cambió por completo.
Me cayó bien cuando lo conocí, y en cierta manera sentía que el sentimiento era recíproco. Pero la barrera de la edad fue un obstáculo insalvable hasta que llegó el día de las votaciones. Por entonces se había conformado en Canarias una gran Coalición de partidos nacionalistas que se presentaban juntos por vez primera y me había sumado con entusiasmo al proyecto. Me fue designado un puesto de interventor en una mesa electoral y hacia allí me dirigí poco antes de la apertura, resignado a pasar un aburrido día. Cual sería mi sorpresa al encontrarme a D. José, pulcro y sonriente como siempre y llevando en la solapa una chapa del Partido Comunista.
Por simpatía nos sentamos juntos y a media mañana, cuando las cosas se habían tranquilizado y los electores se presentaban de forma espaciada, tuvimos oportunidad para dialogar largo y tendido. Le expresé mi sorpresa al verlo allí, y entonces habló:
Me dijo que ese era un día magnífico, que hacía años había perdido la esperanza de llegar a verlo. Que ardía de deseos de depositar su voto en la urna porque era algo por lo que había estado luchando toda su vida. Me contó la esperanza que supuso la República para un jovencito que comenzaba a entender las causas de las injusticias de este mundo; de lo que supuso el Golpe Militar; de la Prisión de Fyffes y las levas nocturnas de los compañeros que desaparecían; del horror salvaje de la represión falangista; de la huida a la Península donde se incorporó al frente de Cataluña; de la guerra fraticida; del amargo sabor de la derrota y la huida a Francia; de acabar en un campo de internamiento francés donde morían a centenares por el frío, las enfermedades y la mala alimentación; de una nueva huida y el vagar por el país hasta incorporarse a la Resistencia contra el invasor alemán; de las torturas de la Gestapo al haber sido hecho prisionero; y de Mathausen, el Campo de Exterminio donde perecieron más de 10.000 exiliados españoles capturados por los nazis y que fue liberado por los propios presos antes de la llegada de las fuerzas aliadas. Y, por último, su marcha a Venezuela donde tenía familiares y la necesidad de olvidar tanto horror convencido que nunca podría volver a su tierra, de que el exilio era su destino final...
Las horas pasaron con rapidez. Fue una lección impagable de nuestra más cercana historia y sobre una generación formidable, a la que nunca podremos agradecer la enormidad de su sacrificio. Cuando nos llegó el momento de votar, por vez primera supe lo que aquello verdaderamente significaba: Era una ceremonia. Un homenaje a los que lo habían dado todo y más, por aquello que seguramente en el futuro muchos ni siquiera darían importancia porque sería asumido como algo rutinario. Por eso la abstención no está entre mis opciones. Aunque la papeleta esté en blanco, asumo que mi deber es hacer acto de presencia en el Colegio Electoral correspondiente y con auténtica emoción, renovar mi pequeño homenaje a D. José y tantos otros.
Por eso, mi niña siempre me ha acompañado en la ceremonia. Quise que lo viviese desde pequeña. Juntos elegíamos la papeleta, y nos acercábamos a introducirla en la urna. Que sencillo es y cuanto ha costado tener el derecho a hacerlo. Ella debía aprender lo que significa, y el respeto que les debemos a los que no se les permitió sentirse libres. Ahora que se acercan otras elecciones municipales en un tiempo muy diferente ya a aquél otro, y que mi hija vota por primera vez, recuerdo a mi viejo amigo y sigo sintiendo por su figura, siempre pulcra y sonriente, el mismo cariño de siempre.
Poco después de aquél día me llegó la noticia de su fallecimiento. Era alguien que, en su anonimato de hombre corriente, fue un auténtico y genuino héroe: Mi héroe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buenos recuerdos...
Y que emoción que nuestra niña vote por primera vez.
Me encanta que haya aprendido contigo lo maravilloso que es la libertad y lo necesario de acercarnos a las urnas para mantenerla.
Siempre has sido un gran maestro, también conmigo...
Gracias y besos