lunes, 12 de marzo de 2007

ÉL NO LO HARÍA



Ahora si que sabía lo que era pasar hambre.
No llegaba a entenderlo, pero estaba solo.
Caminó sin rumbo por aquellas calles,
sin poder captar ningún olor conocido.
Todo le era extraño y peligroso
y añoraba dolorosamente la caricia de su amo.

Aromas de placeres culinarios circulaban por el aire,
pero esta vez nada de aquello era para él.
Llegaba la segunda noche, y empezaba a hacer frío,
pero no quería alejarse demasiado de aquella farola.

Seguramente todo fue un error, y vendrían a buscarlo,
podría arrojarse como siempre en aquellos brazos tan queridos.
Cuantas ganas tenía de notar la mano en su lomo,
ponerse a dar saltos, ladrar a los extraños, mirarle...,
lamerle la cara con gusto, caminar a su lado.

Nunca habría supuesto que la tristeza fuese esto,
que llegase a doler de la manera en que lo hacía.
El mundo era un espectáculo extraño de olores,
de luces, ruidos y peligros que acechaban sin tregua.
Recordó como se abrió la puerta del coche,
como saltó a la acera, esperando que él saliera.

Pero esta vez no ocurrió como siempre,
y ahora estaba allí: Solo, cansado y temeroso.
Se tumbó lo más cerca posible de la farola,
y en su viejo corazón canino tuvo la esperanza
de que al despertar podría comprobar aliviado
que no había sido más que una cruel pesadilla.

No hay comentarios: